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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 6 de julio de 2020

DE LOS ORÍGENES DE LA MÚSICA 1

Hace muchos años me invitaron a participar en un programa de radio para conversar sobre cómo había nacido la música. Cuando me plantearon el tema a discutir, dije que yo no lo sabía y que probablemente nadie lo supiera, pues eso ocurrió hace tantísimos cientos de años que no hay registro de ello.

Sin embargo, se puede inferir en base al conocimiento de teoría musical y analizando la creación de música en algunos grupos humanos que hasta hace no muchos años vivían en condiciones de desarrollo social muy primitivo, comparable al de nuestros ancestros de hace más de diez mil años. También sirve observar al niño que empieza a crear música, pues un niño estimulado recrea, en su propia evolución, la de la humanidad entera.

De los tres cimientos de la música (ritmo, melodía y armonía), el primero que apareció fue el ritmo, que está en la naturaleza que nos rodea y en nosotros mismos. Nuestro corazón, nuestros pulmones y nuestro cerebro trabajan a ritmos muy precisos y de los dos primeros podemos darnos cuenta. El niño de pocos meses se arrulla a sí mismo con voces rítmicas y un poco mayor, acompaña de ritmos sus juegos. Los trabajadores acompañan sus labores con ritmos y procuran ajustarlas a un ritmo.

Pero el primer ritmo con intención, del que nació la música, tuvo un origen mágico, para acompañar a los pequeños grupos humanos, nómadas o cavernarios, en su miedo y soledad ante fenómenos naturales que no se explicaban, como la tormenta, el rayo, el fuego o la muerte. Al palmear o gritar acompasadamente, golpear dos maderas, dos piedras o dos huesos, se acompañaban de un espíritu bueno, ahuyentaban a los malos e inventaban la música. Esto último ellos no lo sabían y está magistralmente descrito en la novela Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. 

Creo que vale definir, ahora, el ritmo. El ritmo es la cualidad de repetirse, periódicamente y en la misma secuencia, fenómenos de cualquier naturaleza: sonora, visual, motora, biológica, eléctrica, etcétera. En la música, y para los profanos, es aquello que sentimos que podemos bailar.

Por esto es que, probablemente, con el ritmo nació la danza, que es la expresión corporal del ritmo sonoro más antigua y, también, de contenido mágico. Conforme los recursos materiales del hombre aumentaron (por ejemplo, elaborando tambores con las pieles de los animales que cazaba) y sus habilidades también, los ritmos y las danzas fueron siendo más complejos, así como sus conceptos mágicos, que devendrían en religiones. Y aquellos primeros sacerdotes, tan sólo magos venidos a más, convocaban a los pequeños grupos humanos e invocaban a  dioses primitivos a través de la música, exclusivamente rítmica, y de la danza.   

               
               


Por milenios sólo así fue la música. Hace también milenios que ya no lo es. Sólo algunos grupos originarios de Nueva Zelanda, del África central y de la Amazonia, que como cultura y civilización de la Edad de Piedra persistieron, la siguieron haciendo hasta mediados del siglo pasado. Actualmente se pueden ver y escuchar, pero en presentaciones profesionales de grupos étnicos originarios.

Otro cimiento fundamental de la música es la melodía. De su existencia hay constancia hace unos cinco o seis mil años, y requirió que el hombre descubriera el cantar e inventara los instrumentos de aliento y de cuerda, pues con sólo instrumentos de percusión sólo se obtiene ritmo. De esto diremos en otra entrada.