Beethoven joven |
Corría el año de
1802 en Viena. Beethoven era un joven adulto, solicitado pianista y reconocido
compositor de música. Había estrenado ya sus dos primeros conciertos de piano,
compuesto sus dos primeras sinfonías, algunas de sus famosas sonatas para piano
y piezas importantes de música de cámara. Por entonces se iniciaba su sordera y
le confesó a su viejo maestro Wenzel Krumholz: "No estoy satisfecho con
mis obras compuestas hasta la fecha. Desde hoy pienso seguir un camino
nuevo". Ese camino fue la música romántica y lo abrió con su Tercera Sinfonía.
La música es una
forma especial del pensamiento, más allá de la filosofía. Como tal, no se
da aislada, sino como parte de los fenómenos sociales del momento. Ese camino
nuevo sólo lo pudo abrir un hombre nuevo, imbuido del espíritu liberal que la
Revolución Francesa había desencadenado y que los soldados de Napoleón se
encargaron de difundir en ese microcosmos de la Europa revuelta de principios
del siglo XIX, y de ahí a casi todo el mundo.
El Beethoven que
terminó con la servidumbre de los artistas rompió también con los viejos moldes
de la música clásica, ya colmados por Haydn, Mozart y él mismo. El hombre se
sacudía de la prepotencia y la música lo seguía en su camino libertario. Como
un Prometeo encadenado, tímido se presenta el tema del cuarto movimiento. Es el
motivo de la libertad, que el genio de Beethoven va descubriendo en cada
variación, hasta hacerlo aparecer altivo, fuerte y hermoso en la sexta de
ellas. Después, Prometeo-Beethoven rompe las últimas cadenas de la antigüedad y
se abre al inmenso mundo de la música romántica. No había forma musical de las
conocidas hasta entonces que pudiera contener tanta emoción por el hombre
nuevo, y Beethoven inventa una fantasía en la que, como un derroche de fuegos de
artificio, aparece por todos lados, con colores y tiempos diferentes, el tema
libertario, que se niega a dejarnos en una coda prolongada y jubilosa.
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Napoleón Bonaparte, joven |
Beethoven que
creía en esta verdad, pensaba que Bonaparte, el Primer Cónsul de la República
Francesa, era el Prometeo de los cambios sociales, y a la sinfonía la llamó
Bonaparte. Cuando en la primavera de 1804 supo que Napoleón se había proclamado
emperador, también supo que se convertiría en un tirano. Enojado, tachó el
título de la hoja frontal y la rebautizó: "Sinfonía Eroica. Compuesta
para celebrar la memoria de un gran hombre". Bonaparte había muerto.
El primer tema del
primer movimiento es el de Bonaparte, un verdadero motivo conductor que
dirigirá toda la obra. Pero si se escucha bien, parece ser una variación más
del de Prometeo en el cuarto movimiento. ¡Qué tema tan bello, festivo y
sencillo! El segundo, más extenso, más armónico que de melodía, es un motivo de
amor por el mundo entero. Pero si los temas se han criticado por algunas
limitaciones, los desarrollos (que por primera vez en la historia de la música
son dos para un movimiento sonata), son de los mayores logros de la música
sinfónica de todos los tiempos, cuya sola existencia hubiera bastado para hacer
de Beethoven el creador de la música nueva.
El pueblo, de
hombres nuevos, gustó de la obra desde el primer momento. No así los críticos,
antiguos y de mentes chatas, como aquel, que prefirió permanecer en el
anonimato y que por estos desarrollos dijo que la obra era "demasiado
extraña y áspera, con una música de comprensión enormemente difícil, que
oscurece casi por completo su unidad".
El segundo
movimiento es una Marcia funebre, que
lamenta la muerte de los héroes, pero no sufre por ellos, pues los héroes
verdaderos no sufren en su caída. Nunca se tocó para Napoleón, pero si para
Beethoven, a quien el pueblo lloroso de Viena acompañó en su funeral en morado
intenso, al ritmo muy lento de esta marcha en do menor.
El tercer
movimiento es el Scherzo, que es el
primero de aquellos grandes movimientos que Beethoven regaló al mundo antes que
ningún otro músico, en los que la comedia y la tragedia se encuentran tan
espontáneamente combinadas. La comedia es el tutti de las partes primera y tercera. La tragedia está en el trío,
con su coro de tres cornos, que por primera vez en la historia de la sinfonía
se usaron.
Portada original de la Tercera Sinfonía. Está tachada, por Beethoven mismo, la dedicatoria a Bonaparte. |
En 1820, en la
pequeña taberna Zur Rose, mientras degustaban un tierno vino blanco de
Heiligenstadt, el poeta Christoff Kuffner le preguntó al ya sordo Beethoven,
cuál de sus ocho sinfonías era la predilecta (aun no escribía la novena). Sin
duda y con énfasis, contestó "la Eroica". Aún hoy, después de la Novena, habemos muchos que mantenemos a
la Tercera como nuestra favorita.