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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 20 de enero de 2025

UNA VEZ MÁS, DEL ARTE DE LA CATA DE VINOS

 

El vino es producto de una actividad artística, la vinicultura, y sus productores son artistas, los vinicultores. Su razón de ser es el deleite del individuo a través de estímulos de varias estirpes, recibidos en las terminales sensitivas de varios sentidos y transmitidos a través de nervios a regiones específicas del cerebro, donde son interpretados para dar la imagen del vino. La imagen del vino es compleja, pues en su formación se incluyen los sentidos del olfato, la vista y el gusto; el vino se ve, se huele, se degusta. Pero el bebedor aficionado, poco o muy conocedor, mientras se lleva a la boca la copa o el vaso de vino, no se pone a distinguir lo que ve en el vino a través del cristal de la copa, su olor o su sabor; simplemente lo disfruta como imagen total al  hacerlo llegar a la boca y más adelante. Si al terminar de beberlo le preguntamos ¿cómo está el vino?, simplemente nos contestará: "ta bueno" o "está regularzón" o "está malo, no te lo recomiendo", sin mayores explicaciones porque en general no las tiene; no se echa a perder la vida con ellas.


Un sumiller actual en funciones



El sumiller es el moderno conocedor de vinos al servicio, principalmente, de restaurantes caros para recomendar el vino adecuado a los platillos que se consuman. Examina primeramente el color del vino; si es tinto, recomendará generalmente el más oscuro; si es blanco, recomendará el de color más claro y brillante.


A continuación, lo huele y recomendará el que huela mejor, según él; mejor si huele a frutas, flores o especias. A mí, nunca me ha olido un vino a nada de eso. Siempre me huele a vino, más o menos intenso el aroma, pero nunca a nada más; ¡que horror que oliera a cempasúchil!
A continuación lo prueba en la boca y dice que analiza la estructura (?) del vino, que debe ser de una textura suave y aterciopelada (??), con sabor intenso y complejo (???), que no sea plano ni aburrido. Finalmente, como se siente el sabor después de tragarlo. Dicen que un buen vino debe tener un sabor persistente y equilibrado (????).

Yo nunca he llegado a esos grados de sofisticación al beber un vino y no me gustaría, pues me echaría a perder el placer de beber vino y disfrutarlo, únicamente por el sentimiento de belleza que me genera, que es multifactorial, pero es total, es global, no es apedazado. Tengo la convicción de que si lo hiciera como recomiendan los sumilleres perdería el gusto por el vino, lo que me llenaría el alma de tristeza

En general, no hay vinos buenos ni malos; simplemente "el que me gusta", "el que no me gusta", "con qué me gusta" y "con quienes me gusta compartirlo".

A propósito de lo arriba escrito