Dice Hugh Johnson, un gran historiador del vino, que el viticultor es “agricultor y artista, esclavo y soñador, hedonista y masoquista, alquimista y contable”, y habría que añadir que es continuador de una tradición que se pierde en la historia de los tiempos. Así ha sido siempre.
Testigo del paso del tiempo, el vino ha protagonizado conflictos internacionales, avances en la ciencia, en la economía y en el comercio, y por supuesto, momentos de placer absoluto e indescriptible, suculentas anécdotas y sucesos históricos.
Vayamos a las anécdotas de hoy:
1. Agua, té y chocolate. Tiempos difíciles para el vino
En el siglo XVII el vino era la bebida más higiénica y se podía almacenar. El agua potable apenas llegaba a las ciudades, los licores no existían ni el café. Los europeos vivían la era dorada del vino.
En el siglo siguiente, la potabilización del agua en las grandes ciudades, el boom en la elaboración de destilados y la llegada de novedades desde continentes lejanos como el café, el té y el chocolate, relegaron al vino a una posición en el olvido por casi un siglo.
2. El primer “Mundial” de vinos
Vayamos ahora a la Edad Media del siglo XIII. El comercio de lana y vino había creado verdaderas fortunas entre los ávidos negociantes de Flandes, Alemania, Francia e Inglaterra y se celebraron las primeras ferias internacionales en la Champagne.
En este contexto, en el año 1224, Luis VIII, rey de Francia, tuvo la ocurrencia de celebrar la primera “batalla de los vinos”. Una especie de "mundial del vino", en el que participaron más de 70 países y regiones vinícolas, incluidas las más renombradas regiones francesas.
¿El ganador?… ¡Chipre!
3. ¿Víctor o Victoria? El género de la vitis vinifera.
La especie vitis vinífera tiene tres primas lejanas: La vitis rupestris, la vitis riparia y la vitis aestivalis. De las cuatro, sólo la vinífera es apta para el cultivo y su posterior vinificación. ¿Por qué?
Primeramente, porque ninguna de las otras es capaz de acumular el azúcar necesario (hasta un tercio de su volumen) ni de generar la acidez suficiente y adecuada. Para ello la vitis vinifera debe cultivarse en latitudes moderadamente cálidas, que se extienden desde las orillas del mar Caspio en el este del continente, hasta la Europa occidental.
Pero vamos a lo que nos ocupa: el género de la vid. Como otras plantas, la vid silvestre, la no cultivada, produce flores masculinas o femeninas pero en muy escasas ocasiones conviven ambos géneros en la misma cepa. De modo que las plantas femeninas solo darán fruto si otra planta masculina les proporciona el polen.
Las plantas masculinas siempre son estériles y por ello los agricultores las desecharon. Así, con el paso del tiempo las otrora productivas vides femeninas acabaron tornándose también estériles, ya que no existía macho que las fecundara.
De modo que el buen vino que disfrutamos hoy se obtiene del fruto ¡de vides hermafroditas!
Hasta aquí el día de hoy; ya habrá más anécdotas.