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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 19 de octubre de 2020

DEL VINO Y LA SALUD

 Del vino, es inmemorial el tiempo que la humanidad actual lo ha disfrutado. Los vestigios conocidos más antiguos datan de ocho mil años; no hay testimonios confiables anteriores. Preparando esta entrada encontré una cita que dice de millones de años, lo que me sorprendió, pues la especie humana actual, el homo sapiens sapiens, no tiene más de ciento ochenta mil años sobre la tierra, según afirman los que saben. Continuando la lectura de cita tal, encontré que se refiere a una especie previa de homínidos, que se extinguió hace millones de años y de la que no hay sospecha de que sean antecesores nuestros, además de que la afirmación de que esa especie tomara vino es sólo una conjetura.

En nuestra especie, el vino ha ocupado un notable sitio de atención desde su descubrimiento o invento, mucho mayor que el de los alimentos, indispensables estos para vivir, lo que no es el vino. Ha evolucionado con la humanidad actual y es una certeza que el vino que ahora disfrutamos es el mismo de hace milenios, pero es muy diferente al de hace milenios. Es más, el vino de ahora es distinto al de apenas cien años. Estas diferencias se han dado porque han cambiado las cualidades de vino, pero también lo han hecho las capacidades receptoras del placer en los humanos.

Hay tres grandes categorías de bebidas alcohólicas:

1. Las que son producto de fermentación, que se obtienen aprovechando un proceso natural de los jugos de frutas, semillas o agaves. Son el vino, la cerveza, el pulque, el tepache, la sidra, el sake. Su contenido de alcohol raras veces alcanza el 20 por ciento.

2. Las que son producto de destilación, proceso químico elemental y muy antiguo. Genéricamente se llaman aguardientes e incluyen el brandy (el coñac es una variedad de brandy), el whisky, el vodka, el anís, el mezcal (el tequila es una variedad de mezcal), el ron, la ginebra. Su contenido de alcohol anda por el 40 por ciento y con frecuencia es más.

3. Los licores y las cremas, de los cuales hay hasta caseros. A un jugo de fruta se le agrega algún destilado o hasta alcohol de la farmacia (etanol), el que ya no se encuentra en forma líquida, y para hacer una crema se adiciona leche. El contenido final de alcohol es muy variable, según la cantidad de destilado que le ponga el hacedor, y aunque los hay de muy alta graduación, en general es baja.

En esta entrada hablamos de vino, el fermentado del jugo de uva, con o sin hollejo. Ahora bien, para tratar de los efectos perjudiciales para la salud consideramos que sus componentes importantes son el agua y el alcohol etílico (85/15 como promedio alto). Los efectos perjudiciales dependen del alcohol y se considera que ocurren por el exceso.

Desde que tenemos referencias escritas del uso del vino, unos siete mil años, se encuentran descripciones de los malos efectos por beberlo, aunque en general se refieren a hacerlo en exceso. El caso más famoso y antiguo en este sentido es el de la tremenda borrachera de Noé, descrita en la Biblia. Sin embargo, la opinión actual sostenida por los estudiosos, es que Noé y su arca son un mito.

Velázquez: El Triunfo de Baco o Los borrachos

En la Grecia clásica, Platón animaba al consumo moderado de vino, pero también se mostraba preocupado ante su abuso. Alejandro Magno  y los macedonios rendían culto a Dyonisos, dios del vino, y el propio Alejandro murió (11 de junio de 323 a. C. en  Babilonia)  después de una noche de borrachera que “lo debilitó hasta perder la movilidad, la vida y el habla”. Atila, rey de los hunos, falleció en su noche de bodas (marzo de 453 d. C. en Hungría); afirman que estaba demasiado borracho para darse cuenta que se ahogaba en su propia sangre que le brotaba de la nariz.

Epidemias como la Peste Negra (1346-1347) dispararon el consumo de vino, como suele ocurrir en tiempos de crisis. La idea de que este podía proteger al bebedor frente a una enfermedad de la que poco se conocía, estaba muy extendida y costó la vida de muchos que no hubieran muerto por sólo la epidemia misma.

Casos como estos siguen ocurriendo en todo el mundo, pero ya no pasan a la historia. Son por toxicidad aguda que desorganiza todo el entramado funcional eléctrico y químico del sistema nervioso y lleva, en horas, a la muerte. Sin embargo, hay enfermedades graves por la ingestión crónica, constante y excesiva de vino, que si bien no llevan a una muerte rápida, si lo hacen a largo plazo: la adicción, la encefalopatía alcohólica (que cursa con demencia), la cirrosis hepática y la polineuritis alcohólica. Ninguna de ellas es recomendable.

Alguna publicación reciente, sin soporte científico sólido, recomienda la abstinencia total de vino. Aseguran que, incluso una sola copa aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular y de cáncer en diferentes localizaciones. Busqué y no encontré artículos científicos serios que respalden estas afirmaciones.

Esto es lo malo del vino para la salud, pero la verdad es que es más lo bueno que lo malo. Es un sentimiento antiguo y universal que tomar el vino en forma moderada pero de costumbre cotidiana, es bueno para la salud física y mayormente para la mental y la emotiva. Diré primero de la primera.

El vino tinto, bebido con moderación, se ha considerado durante mucho tiempo como saludable para el corazón y para el cerebro. Sus antioxidantes, particularmente el resveratrol (que aumenta el colesterol bueno), contribuye a prevenir la enfermedad oclusiva de las arterias, entre ellas las coronarias y las del encéfalo, responsables de los infartos cardíacos y cerebrales. El resveratrol va en el hollejo de las uvas negras.

La gráfica muestra el comportamiento del uso crónico del vino en esa prevención cuando se usa en diferentes cantidades. El riesgo de enfermedad vascular del abstemio es igual a (x), de acuerdo con su genética. Conforme aumenta el volumen diario de ingesta, disminuye el riesgo en forma importante, hasta (x-). Ahora bien, si se sigue aumentando la ingesta diaria, el riesgo aumenta (x+) hasta niveles muy superiores a los del abstemio. El consejo consecuente es: “Bebe vino tinto con frecuencia, en la comida o en la cena, pero en forma moderada. Si te pasas de la raya (x-), te irá peor”. 

Después de todo esto, quedan dos preguntas por contestar:

1. ¿Cuánto es una dosis moderada?

Para el vino tinto, cuya proporción de alcohol promedio es 13 por ciento en la actualidad  y es el de mayor contenido de resveratrol, la dosis moderada parece ser alrededor de 200 mililitros al día, un vaso mediano, un vasito.

2. ¿Es lo mismo para otras variedades de vino, como el blanco, el rosado o los vinos espumosos?

No, porque entre menos color tengan, tienen menos resveratrol, que va en el hollejo de la uva negra. Los vinos blancos y rosados se hacen exponiendo menos tiempo al hollejo a la fermentación. Los vinos espumosos blancos, como el champaña, son los de menor contenido alcohólico, 12 por ciento, pero tienen muy poco antioxidante.

Y bien, digo yo...

               Por su gusto y su bondad
              Al vino se le ha cantado
              Desde el griego y el romano
              Hasta en París y en Bagdad
 
              Y no lo puedo negar
              Que a mí me tiene atrapado
              Pues nunca se me ha negado
              El sabor de su amistad
 
              ¡Qué más gusto yo tendría
               Que poder corresponder!
               Más nunca jamás podría
 
               Ni a medias poderlo hacer
               Por ello yo tomaría

                 De Borges su gran papel….



              Al vino

Jorge Luis Borges (1964)

En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.

Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.

Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,

Vino que como un Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.

En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.

En las arrebatadas estrofas de sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.

Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.

Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.

Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.