La historia se repite,
no cabe duda. Se repiten historias y el año que terminó, el 2020, se repitieron tres. La primera, una pandemia muy agresiva por virus que mata por
afección respiratoria; el CoVid-19 repite la pandemia de influenza del 1918, que
causó más muertos que la de ahora, pero fue menos extensa en el mundo.
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La "Estrella de Belén" desde Morelia |
La segunda, reaparece
“la estrella de Belén” en el horizonte vespertino de todo el mundo después de
794 años. Sabemos que no es una
estrella, es la conjunción de los dos planetas más grandes de nuestro sistema
solar, Júpiter y Saturno, pero se ven como una estrella hermosa. Nada tuvo que
ver esta conjunción con los Reyes Magos y el nacimiento de Jesús de Nazaret.
La tercera es local, tan
local como en mi casa y la repetición es en el mismo año, el 2020, en relación
con la pandemia por CoVid-19 que nos afecta. El evento primero ocurrió en junio
y tanto me conmocionó que dio lugar a la creación de este blog, pues yo
necesitaba un espacio para quejarme ante el mundo por lo ocurrido y para
festejar con el mundo lo consecuentemente ocurrido. Estas experiencias están
referidas en la primera entrada de este blog, de fecha 21 de junio, día de mi
cumpleaños.
Ahí está descrito mi
pesar porque en la pequeña cava de la casa se había agotado el vino tinto de
mesa para el consumo diario para comer o cenar. Se agotó no porque se bebiera de
más, sino porque no se reponía; la pandemia nos tenía aislados y aún no sabía
comprar en línea. Hay una fotografía triste de la cava vacía y una del apartado
para los vinos espumosos blancos (champaña o de su tipo) que se reservan para
festejos especiales, particularmente los de fin de año. Ésta no estaba vacía.
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Apartado para especiales, junio 2020 |
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Cava casi vacía, junio 2020 |
Lo festivo de esa entrada
primera era que la falta del vino de uso diario me había obligado a abrir
botellas enteras (no medias ni cuartos) de vinos muy viejos, de más de treinta
y cinco años guardados. Según dicen los que dicen que saben, esos vinos ya no
son bebibles, ya pasaron del buen añejamiento a echados a perder. Me la jugué;
con todas las precauciones y cuidados especiales las abrí y ¡oh, maravilla!, de
lo mejor que he bebido, experiencia distinta a cualquiera otra previa por suaves, tersos y añejos.
Eso fue histórico.
Seguimos viviendo confinados, comiendo y bebiendo bien, sin excesos y verdaderamente disfrutando lo disfrutable del confinamiento, que para nosotros
ha sido mucho. Llegaron las fiestas de fin de año, la Navidad y el Año Nuevo,
que siempre han sido motivos familiares de convivencia festiva y gozosa. En el
2020 fue lo mismo, con la “familia pequeña”, mi esposa y yo. Sin salir del
aislamiento nos hicimos de vituallas propias de la estación y para el Año
Nuevo había que bajar la champaña del apartado correspondiente. Me trepo a la
escalerilla para buscar y mira que no encuentro algo digno de bajar. No
champaña y sí uno que otro vino espumoso blanco de no muy buena catadura. Pero
bueno… ¡no hay más y bájalo ya, Rogelio!

Era un vino blanco espumoso catalán, con botella y encorchadura
champañescas, totalmente cubierto de polvo endurecido y pegajoso. Sin mucha
consideración de delicadeza en el transporte y manejo, pues era vino blanco, lo
llevé a la llave del agua y lo dejé presentable: es el de la imagen de la izquierda, un CRISTALINO BRUT.
Todo bien, excepto que la fecha de vendimia es 1997; eso significa que tenía en mi cava veinte años. De nuevo a tomar en cuenta lo que dicen los que
dicen que saben: “ese vino es muy viejo, ya no es bebible,
está echado a perder”. Pero bueno…, no quedaba otro mejor para la comida de Fin
de Año. Abrí la botella con el protocolo de esos vinos: seis vueltas a la
izquierda a la llave de alambre que evita que el gas que producen los vinos
espumosos bote el corcho; con cuidado y sin agitar, girar éste con leve
tracción y ¡puff!, abierta está y no se tiró nada. Tenía gas, estaba espumoso y
burbujeante. Servirlo en las flautas champañeras y a probarlo.
Excelente vino, chispeante, sin nada que de aroma, vista o sabor denunciara vejez o
perdición; es más, muy sabroso y no hay que hacer comparaciones. El que hoy
abrí es el mejor.
Bebimos de ese CRISTALINO BRUT sin embriagarnos ni enfermarnos y sí, con mucho
gusto. He tomado una resolución: No volveré a hacer caso de recomendación alguna de los que dicen que saben; creo que no saben o por lo menos, no saben tanto como dicen.