Acerca de mí

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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 9 de diciembre de 2024

HACE 233 AÑOS MURIÓ MOZART

 

Wolfgang Amadeus Mozart
1756 - 1791





El pasado jueves 5 de diciembre, se cumplieron doscientos treinta y tres años de que murió Wolfgang Amadeus Mozart, apenas a los treinta y cinco años de edad. Año con año, aquellos que en el mundo lo amamos, nos congregamos al redor de un reproductor de sonido para rendirle el tributo de nuestra atención emocionada mientras escuchamos las notas serenas de su Réquiem que la muerte no le dejó concluir, escrito para titanes del arte que no sufren ante la muerte, porque no mueren. 



Mozart era católico porque nunca se cuestionó. Creía en Dios como rector del destino humano, lo cual le resultaba cómodo. No se llevaba con agnósticos ni ateos, a los protestantes nunca los identificó y los pocos judíos que conocía, eran conversos. A la iglesia no asistía más que a tocar el órgano, y cuando estaba de humor, turbaba las devociones en misa jugando con cadencias y adornos extemporáneos, que provocaban risas de los fieles y enojos de los curas. Su música religiosa, que puede despertar fervor en los creyentes, nunca estuvo dictada por la fe, sino por la voluntad de representarla. No es producto del creer, sino del querer, y cuando en sus cartas escribía “¡Oh Dios!", nada quería con Dios.

Al final de su vida hizo su mejor música religiosa y casi sólo de ésa. Para la Iglesia Católica el Ave Verum y su obra póstuma, el Réquiem; para la fraternidad masónica, la Música funeral masónica y su inmenso singspiel, La flauta mágica. Esta es una exposición cabal de los principios de su segundo credo, la masonería, fraternidad que esperanzado abrazó cuando todos lo abandonaban por haberse atrevido a pensar libre. A la hora de su muerte, los masones no estuvieron con él y el sacerdote católico no acudió al enterarse de la muerte de Mozart. Como la del 6 de diciembre de 1791, cuando su cuerpo enjuto y consumido fue depositado en una mísera fosa común y nadie intuyó que llevaban a la tumba los restos mortales de un espíritu indeciblemente grande, regalo inmerecido para la humanidad, en el cual la naturaleza produjo una obra maestra excepcional, quizás irrepetible y, por ahora, nunca repetida.