Decir del sistema nervioso como un todo es difícil para todos, incluyendo a aquellos que nos consideramos expertos en él. Primero que nada, porque hay que entenderlo como una compleja unidad funcional cuya función específica, la RELACIÓN, la cumple a distancia y no en el sitio donde se alojan sus componentes. La DIGESTIÓN se lleva al cabo en el estómago, el intestino y asociados en el abdomen; la RESPIRACIÓN en los pulmones, en el tórax, donde están situados; la REPRODUCCIÓN en la pelvis y así los demás aparatos. En cambio, para la RELACIÓN, sus gestores centrales, el cerebro y asociados, y la médula espinal (SISTEMA NERVIOSO CENTRAL) están encerrados en el cráneo y en la columna vertebral respectivamente; la RELACIÓN se ejerce de la cabeza a los pies a través de movimientos musculares, de secreción de hormonas que se vacían a la sangre y secreciones facilitadoras de algunas funciones autónomas, que se vacían a cavidades viscerales y al exterior. Estas últimas funciones de secreción de hormonas y de jugos digestivos se hacen a través de mediadores químicos especializados. Las señales de acción de ida desde la periferia (aferencias) para informar de las condiciones exteriores de movimiento, tono muscular, experiencias sensibles (vista, olfato, tacto, oído. dolor, etc.) y de las condiciones metabólicas totales, van desde la periferia total hasta el Sistema Nervioso Central a través del Sistema Nervioso Periférico, esa complejísima red de nervios que están en todas partes de nuestro cuerpo.
La información recibida por el SISTEMA NERVIOSO CENTRAL es meticulosamente analizada para generar reacciones o respuestas adecuadas (eferencias) que actuarán, a través del Sistema Nervioso Periférico, sobre los músculos y sobre glándulas de secreción externa e interna como convenga a la salud y vida del individuo.
Es un actuar continuo, desde antes de nacer hasta la muerte, del que sólo parcialmente estamos conscientes, aunque somos totalmente dependientes de él para vivir.