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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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jueves, 20 de abril de 2023

INTERMEZZO 54. UNA TARDE EN EL BOSQUE DE NIEBLA.

















         Una tarde en el 
                   bosque de niebla
                                                                                                                                                                                                




















                                                                                    














                                                                                                                                                                     


























                                                                     



















                      Hace mucho frío...




















lunes, 17 de abril de 2023

¿QUE ESPERAR DE LA MÚSICA?



Cuantas veces escribo de música, me pregunto si mis lectores encuentran  en la música lo mismo que yo. Y tantas veces me respondo que no lo sé, pues ignoro si esperan de ella lo mismo que yo. Sobre este tema, hoy reproduzco, editado, un capítulo que lleva el título: ¿Qué esperar de la música?, que es el tercero de un hermoso libro que se llama Introducción a la Música*, del magnífico abogado y musicólogo mexicano que fue Cristián Caballero. Al hacerlo, quiero compartir con ustedes algo de la sabiduría que tenía y rendir un sencillo homenaje a uno de los pioneros de la crítica musical en México, cuyo desempeño fue motivo inspirador para muchos de los que, profesionalmente o como aficionados, hemos hecho eso. Dice así:

“La música es tan generosa que aunque no sea comprendida del todo, es capaz de producir ese placer estético tan especial que se ha llamado ‘el encanto de la música’. Estrictamente hablando, lo único que nos puede dar es un goce estético abstracto, intuitivo, inefable, que se basa en la combinación misma de los sonidos, combinación que transmite a nuestro cerebro un mensaje de orden específicamente sonoro, en el cual encontramos un ‘algo’ capaz de proporcionarnos un placer estético que en ningún otro arte o medio de comunicación podríamos encontrar.

Es claro que este mensaje será mas comprensible, o por mejor decir ‘más captable’ mientras mejor percibamos y entendamos el orden que el autor se propuso como principio de su obra, y mejor sigamos la fidelidad que tuvo a su principio, lo cual no es tan difícil. Entre más se conozca de esto, será más fácil penetrar el significado, gustar el mensaje estético e incluso captar y saborear ordenamientos musicales que se presenten como novedades.

Pero hay que evitar cuidadosamente dos posiciones extremas, ambas negativas y obstaculizantes:

La de quien se acerca a la música con miedo de ‘no poder entenderla’ al sentirse ante algo esotérico, misterioso y tal vez inexplicable. Entonces, la sensibilidad se repliega sobre si misma, pierde agudeza y no alcanza a realizar el análisis, difícil pero no imposible, de las combinaciones sonoras. Esta actitud de miedo ante la música se traduce no pocas veces en una posición aparentemente despectiva, como la de la zorra ante las uvas que no podía alcanzar, y que para no esforzarse, alegaba que estaban verdes.

La posición opuesta es la de no conceder a la música su importancia y tomarla como un telón de fondo o como un relleno sonoro que mantiene ocupado el sentido del oído mientras la atención vaga por otros sitios. Música como telón de fondo, que se deja sonar mientras la imaginación o el recuerdo vuelan por sus propios campos. Música como relleno, que hace funcionar nuestro oído, pero que nunca llega al cerebro. En estos casos, la música no es apreciada como música, ya que carece del sentido que le es fundamental. Desprecia el mensaje estético que el fenómeno acústico puede brindar.

Para gozar de la música, hay que prestar toda la atención a las combinaciones sonoras en sí, a sus cambios, a sus apariciones y desapariciones, a sus repeticiones o ausencia de ellas, o sea al sonido, al orden y al mensaje artístico de ellos resultante. Claro que esto presupone una atención sostenida exclusivamente en la audición, pero en cualquier arte sucede lo mismo. ¿Podría apreciarse un poema si no prestamos atención a las palabras, o un gran fresco si no observamos dibujo y colorido?

Hay que acercarse a la música pidiéndole lo que ella es y puede dar: hermosas y significativas combinaciones sonoras que hablan sin palabras directamente a nuestra intuición. Entonces se estará en el campo de la música pura, el arte más profundo, más abstracto y el de más esencia humana, ya que su elemento fundamental, el sonido ordenado, no existe directamente en la naturaleza, sino que es de creación humana."

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Edamex, México, 1984