Manuel Gutiérrez Nájera (1859 - 1895) fue un literato mexicano al que se le considera el primer modernista de las letras en nuestro país. Criollo de clase media de una familia de acendrada religiosidad católica, parece ser que estudió medicina, pero lo cierto es que nunca la ejerció y él nunca la presumió. Vivió del periodismo y aunque su afición y pasión era la literatura, está nunca le dio fortuna y ni siquiera el modo de una vida holgada.
Nacido en la Ciudad de México, nunca fue más allá de Querétaro y el Puerto de Veracruz. Hizo mucha poesía y piezas de géneros menores de la prosa. No hizo teatro ni novela y sus géneros más festejados fueron la poesía, el cuento y el ensayo. Murió a los treinta y cinco años por un sangrado incontrolable; era hemofílico.
En la entrada del 27 de septiembre de 2021 de este blog, presenté un poema de vino, mujeres y amor de Manuel Gutiérrez Nájera: Las novias pasadas son copas vacías... Ahora es un ensayo corto muy simpático sobre los vinos en una vinatería grande; no tiene título, pero está en una colección de ensayos titulada México en invierno. Dice así:
Las botellas, escalonadas como batallones de prusianos, con sus cascos, plateados y amarillos preparan el ataque en pelotones. Allí descubro el Chateau-Larose, carmíneo, como las ardientes mejillas de la señorita P..., el Johanisberg, fluido y transparente, el finchado Oporto, que da la petulancia, el verdoso Rhin, que da el amor. ¡Paso a los coraceros! El Champagne, aparatoso y fatuo, como buen francés, lleno de condecoraciones y dorados, .cautiva los ojos con su lujo aristocrático. Las bodegas del Marne se han vaciado para llenar esos escaparates. Ahí están las botellas alemanas, con sus cuellos de carrera largos y flacos, hechos para uso de las grullas y de los berlineses; las botellas francesas, coquetas y relucientes, con trajes de amazona y sombrerillos de lofóforos; los grandes vinos españoles, los grandes señores de los vinos, altivos y severos, como nobles castellanos delante de su rey; las cosechas de Andalucía, los líquidos transparentes, que tienen un átomo de la bronceada espita abierta y derramando el generoso líquido en las botellas verdinegro vidrio; el Ajenjo, color de océano;... toda la interminable descendencia de la uva, toda la tumultuosa variedad de vino, acecha al comprador, parapetada en los escaparates; y las botellas, altas y chaparras, gruesas y delgadas, adustas y coquetas, airosas y desgarbadas, provocan y llaman a los glotones transeúntes, con el descaro de una turba de loretas, tirando de la levita al extranjero que pasa a media noche por los boulevares...