![]() |
Dalí. Los relojes blandos. 1931 |
Dice el Diccionario de la Academia Española de la Lengua que contemporáneo es aquello que existe al mismo tiempo que otra persona o cosa. En tratándose de música, es aquella creada durante los años que nosotros vivimos. Con este concepto, en mi vida diaria actual, de la música que escucho, la contemporánea representa menos del veinte por ciento. Esto es más o menos lo que ocurre en todo el mundo y ello significa que vivimos en la época en que menor cantidad de música contemporánea se escucha.
Aclaremos otros conceptos. La música occidental se clasifica en estilos que corresponden a épocas: medieval, renacentista, barroca, clásica, romántica y moderna. Los nombres en general se deben a coincidencias con períodos sociales o artísticos de la humanidad, pero tienen características muy definidas en cuanto al modo de usar los diferentes elementos de la música. Pero cuando un músico compone una obra, no lo hace pensando que es un barroco, un clásico o un romántico; escribe conforme a los patrones en ese momento en boga y si tiene talento suficiente, inventa recursos que lo harán trascender. Si no, desaparecerá de la historia al momento de morir.
Cuando Bach, Mozart o Beethoven componían, hacían música contemporánea y casi no había de otra. Los autores eran los mismos intérpretes y no ejecutaban obras ajenas; era excepcional el caso de Beethoven que tocaba y dirigía desde el piano algunos conciertos de Mozart. Pero en general, cuando un músico moría, dejaba de oírse su obra. Bach quedó sin escucharse durante cien años. Y los músicos vivos tenían que escribir mucho, pues la demanda era grande; Vivaldi escribía un concierto cada semana, Bach una cantata y Schubert varias canciones. Y así muchos otros que no trascendieron. El público consumía el producto del momento.
![]() |
Eduardo Mata (1942 - 1995) Director de orquesta mexicano. |
A pesar de esto se mantuvo un equilibrio entre el gusto por la música nueva y la vieja. Con ansia se esperaban los estrenos de Chopin, Liszt, Wagner y Mahler. Y qué decir de Verdi o de Puccini, a quienes el pueblo y editores italianos apresuraban para que terminaran sus óperas.
En todo esto hay un riesgo grave: que, como en el Medioevo, nos quedemos anclados a formas arcaicas y limitemos la experimentación en los terrenos del arte. Sin ella, jamás se darán nuevas formas de belleza, que seguramente existen y que están por salir de las las mentes y plumas de los músicos contemporáneos. Por eso hay que estimularlos, por lo menos con nuestra presencia e interés, para que sigan en la búsqueda de nuevos modelos estéticos, de los cuales probablemente haya que ensayar cien antes de encontrar aquel que llene los requisitos de belleza y originalidad que lo hagan trascendente. Seguramente existe y algún día tendremos la gloria de presumir una obra maestra a cuyo estreno mundial asistimos. Yo creo en eso.