El vino y el cristianismo son dos entes de clara trascendencia social en todo el mundo y aunque el vino es mucho más antiguo que el cristianismo, en los últimos dos mil años han estado asociados muy íntimamente.
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En óvalo amarillo, el Cáucaso En óvalo azul, Mesopotamia |
Las primeras evidencias de la producción y uso del vino como bebida que acompañe al alimento o de carácter placentero, datan de siete u ocho mil años en la región del Cáucaso, esa frontera natural entre Europa y Asia, bañada por el Mar Negro al Poniente y el Mar Caspio al Oriente y que ahora ocupan las repúblicas de Georgia y Armenia.
Por vecindad y afinidad étnica parece ser que los que siguieron en esa costumbre de beber vino acompañando a los alimentos o buscando los efectos estimulantes de su exceso, fueron los habitantes de la Mesopotamia, esa mítica región entre los ríos Tigris y Éufrates que alojó a las primeras civilizaciones: los asirios, los caldeos y los sumerios, estos últimos, los creadores del primer lenguaje escrito. El cultivo de la vid y la elaboración del vino está bien atestiguado en Mesopotamia, según consta en las tablillas de escritura cuneiforme. Esta privilegiada región es el asiento de los modernos estados de Irán e Irak.
Siguiendo los suelos verdes por el agua, el vino y todo su proceso se extendió por la costa asiática que da al Mar Mediterráneo, donde ahora se asientan Líbano e Israel, siguió por la estrecha franja costera del norte de la península arábiga y sentó sus reales en Egipto, privilegiado país agrícola por el caudal que siempre le entrega el Río Nilo. Es de ese viejo Egipto, de hace cuatro a cinco mil años, de donde tenemos la mayor documentación antigua de todo el proceso del vino. Quedaron para siempre en pinturas, esculturas y escritura jeroglífica.
De ahí, y por milenios, no se movió gran cosa el vino. De Egipto paso a Grecia. con una estación en la isla de Creta, por el año 700 antes de Cristo. Roma no existía como tal.
En el siglo IV AC, los helénicos, encabezados por el macedonio Alejandro Magno, conquistaron Egipto, entonces ya bajo dominio persa, y sentaron el orden griego con capital en Alejandría. Alejandro Magno murió en una horrible borrachera con vino en Persia.
En el año 63 AC llegaron los romanos a tomar posesión de Israel, entonces llamada Judea. No hubo resistencia militar alguna, pero se dio lo que siempre ha sucedido en casos de ocupación tan fácil:
1. Que surgió la resistencia activa en forma de guerrillas, que fueron perseguidas y sacrificados por crucifixión los guerrilleros judíos. Se crucificaban por veintenas semanales.
2. También surgió la resistencia pacífica, no guerrillera pero en clara oposición pasiva al poder espurio que había llegado de Roma. Sus activos eran vigilados y espiados y en su momento, capturados y crucificados. Espía romano parece ser que fue Paulo de Tarso, el San Pablo de los cristianos, y Jesús de Nazareth era miembro de esa resistencia pacífica; pagó el precio por ser un buen judío, no por fundar una nueva religión.
3. Los judíos colaboracionistas de los romanos, que preferían y apoyaban el poder extranjero, el romano, con tal de mantener ciertas prebendas. Tal fue el caso de Herodes, "rey" ?? de Judea.
A Cristo no lo mataron los judíos, él era todo un judío de buena cepa y nunca quiso fundar una religión. Lo mató Poncio Pilatos, pues era un enemigo político peligroso.
El día que lo capturaron, el Jueves Santo, él conmemoraba, en reunión de amigos, la antigua odisea del pueblo judío de haber escapado de la prisión egipcia. Comían pan ácimo y lo acompañaban de vino; era la costumbre judía. Se sigue haciendo ahora, incluso en México.
Los judíos seguidores de Cristo, los primeros cristianos, eran pocos y tenían una vida imposible; empezaron a emigrar a Roma, donde ocultos o expuestos, fueron creciendo como pueblo e integrándose a la sociedad romana. Llegaron a ocupar puestos importantes en la administración pública y muchos fueron soldados que acompañaron a las legiones romanas en la conquista de toda la Europa continental, desde Rumania hasta Iberia e incluso Inglaterra. A donde fueron, muchos se quedaron como colonos, que necesitaban, obligadamente, el pan y el vino para convertirlos, en un maravilloso ritual de magia, en el cuerpo y la sangre de Cristo. A donde fueran, habrían de sembrar vides para tener el vino ritual. Así fue Italia y después toda Europa se convirtió en latina y cristiana, desde Portugal hasta Rusia, y Europa se llenó de cristianos, de vides y de vinos.
Cuando españoles y portugueses decidieron seguir la escuela romana y cruzar el mar océano para descubrir y conquistar pueblos y naciones, ocurrió lo mismo, trajeron a América vides y trigo para el vino y el pan rituales.
El vino mexicano se ha producido desde principios del Siglo XVI. Se origina con la invasión de Hernán Cortés y sus hombres que, durante sus enfrentamientos
con los aztecas, bebieron todo el vino que habían traído consigo; por lo tanto, y con el fin de reponer sus suministros para la misa religiosa, se ordenó que por cada 100 nativos “empleados” de los
conquistadores, se plantaran 1000 viñas.
Los primeros intentos de plantar uva en las regiones más tropicales de
México fracasaron por completo. Las primeras uvas que crecieron con éxito
fueron las criollas, que se dieron en el Valle de Parras, Coahuila. Pronto también
crecieron en Puebla y Zacatecas. La primera finca vitivinícola en México fue inaugurada por Lorenzo García en Santa María de los Parras, en Coahuila, en
1597. La Casa Madero, como se llamó,
todavía existe
Estas primeras cosechas de vino mexicano lo hicieron bien. De hecho, lo
hicieron tan bien que Carlos I ordenó a todos los barcos que viajaban de Nueva
España traer viñas y uvas para que la producción se acelerara. Desafortunadamente,
esta confianza estaba fuera de lugar; cuando el comercio de vino español cayó
en popularidad contra el vecino vino francés, Felipe II ordenó el fin
de toda la producción vinícola mexicana, con el fin de proteger los ingresos de
los vinos españoles.
Sin embargo, la prohibición al vino mexicano no paró toda la producción y pronto las iglesias tomaron la producción de sus propios vinos para sus
propósitos religiosos. El sacerdote jesuita Juan Jugarte fue
pionero cuando estableció la misión de Santo Tomás en Baja California, pero él
no era el único; los dominicos pronto siguieron el ejemplo y se instalaron en
el Valle de Guadalupe, hoy centro de la industria vitivinícola mexicana.
Después de la Guerra de Reforma de 1857, todas estas posesiones religiosas
fueron asumidas por el Estado y vendidas más adelante a un grupo de
inversionistas, que todavía funciona como la Casa Santo Tomas.
La producción moderna de vino en México comenzó realmente en la década
de 1980 con la aplicación de técnicas modernas; muchas de las uvas utilizadas
ahora son de origen francés o español.