Ya estaba abierto este blog, pero lo mantenía exclusivo para los temas señalados en el nombre: "De Vinos, Música y Neurología para profanos". Poco tiempo después lo abrí a otros temas, incluyendo el COVID-19, en los intermezzi de los jueves, pero este no se me ocurrió ponerlo entonces.
Quizá ya sea extemporáneo, pero muestra mis conceptos y reacciones de entonces ante tal pandemia, que no dudo en reconocer como una de las peores calamidades que ha sufrido la humanidad en su historia. Creo que puede ser interesante conocerlos en retrospectiva. Por eso lo traigo ahora. Así pues:
REFLEXIONES DE UN ANDARIEGO DURANTE LA PANDEMIA 2020 Agosto de 2020
Ya completé cinco meses encerrado en casa como “precaución” para evitar que se me pegue el SARS-CoV-2, virus responsable de la enfermedad COVID-19. (COrona VIrus Disease–2019). Es más miedo que precaución, pues ya soy de más de ochenta años y mi sitio de trabajo es un hospital COVID de mi ciudad. Como todos los de esa responsabilidad, casi siempre está saturado y entregando malas cuentas. Así es esto de la pandemia que ahora padecemos, soportamos y espero que podamos seguir soportando, porque no se ve para cuando termine.
¿Qué
hago mientras no hago nada en casa? Al principio, en marzo, hacía nada. No
atendía pacientes, sólo daba clases en línea y cero de otras actividades
académicas; casi no me movía. Siempre hubo buen trabajo doméstico, pero me iba
a morir de desidia, más que de depresión. Mi vela se apagaría más aprisa que
despacio.
Empecé
a caminar fuera de la casa, siempre con cubrebocas, que en ocasiones era un
paliacate a la usanza de maleante, mayormente si salía con anteojos oscuros.
Hubo vez que alguien se asustó por ello y por ello, yo también. Caminaba, y
camino, corto, largo o ni corto ni largo y ahora ya no lo dejo, salvo “causa de
fuerza mayor”, como que
llueva mucho. Mucho me ha servido para lo físico y lo mental; creo ahora que mi
vela no se quiere apagar.
Mientras
camino, miro mucho. Veo las calles, las
casas y sus rincones, me asomo por sus rejas; miro a la gente y trato de
imaginar quienes son, cómo son, como viven y que hacen, además de andar en la
calle como yo, aunque los andariegos ociosos somos pocos. Veo los paisajes,
lejanos y urbanos. Me encantan las muchas flores callejeras que hay en mi colonia
y muchas caen bajo el disparo de mi teléfono-cámara. Hago selfis con mi sombra y hago compras caseras: que si leche, que si
pan, que si galletas, que si una fruta o que si nada. Pero veces hay que nada
de eso hago al caminar, sólo pienso y reflexiono sobre cualquier tema,
interesante o banal, nuevo o antiguo en mi bagaje mental. No es raro que
reflexione sobre COVID-19; no sobre sus aspectos materiales, sino sobre su
pensamiento.
Porque
estoy convencido que el SARS-CoV-2 es un ser vivo e inteligente, que ha
desarrollado ideas propias y las ejecuta. Aclaro lo de “un ser vivo” porque una
mayoría importante de científicos en todo el mundo consideran que los virus no
son seres vivos. Y es inteligente porque recoge la información que
particularmente le conviene, la analiza y actúa en consecuencia para los fines
que ha concebido en su largo peregrinar como especie (?) en la Tierra,
peregrinar que posiblemente sea de miles de años y en diferentes hábitats
animales. Pero el problema son sus fines, no su antigüedad.
Porque
el SARS-CoV-2 es malo y taimado. Muchísimos años
vivió en los murciélagos del Lejano Oriente, pero no los acabó ni generó una
pandemia murcielaguesca. Quizá estos bichos sean, inmunológicamente, más inteligentes
que nosotros. SARS-CoV-2 se aburrió de que no pasara nada con sus huéspedes
habituales, aprovechó la convivencia de ellos con los sufridos humanos y ahí
los atacó, en una provincia de la China lejana; lejana para nosotros. Y en un
diciembre se “los echó”. Los humanos occidentales lo supimos, pero no hicimos
mucho caso: “era problema de chinos”. Pero desde entonces fue un bicho malo.
Mataba a muchos hombres buenos y no a los malos. Se ensañaba con los viejos y
no bastaban los hospitales para atender las pulmonías que causaba. Eso era
difícil y costoso; era terapia intensiva y asistencia ventilatoria; ninguna
comunidad humana estaba preparada para ello y no hay antibióticos que lo maten.
Pero
miren ustedes que, sin saber bien como, se apareció el siguiente febrero en
Europa, la occidental: Italia, España y Alemania. ¡Con eso de que las gentes
viajan ahora tanto por avión! Allá todo fueron facilidades para el bicho. Cada
semana, muchos miles de ciudadanos fanáticos se congregaban al redor de
veintidós futbolistas que, además de patear una pelota se pateaban entre
ellos. Pero si algunos pocos de los miles de gritadores en la tribuna, sin
saberlo traía el virus en su garganta (porque recién había regresado del
Oriente), rápido lo regó y se integró la epidemia en muchos lugares, tantos,
que se convirtió en pandemia, es decir: que se contagió todo el mundo: América,
Oceanía, la Polinesia y demás. Y en casi todos los países nos ha ido muy mal:
muchos contagiados, muchos muertos y parálisis económica, además de más
violencia.
Si
no quieres contagiarte, no salgas de tu casa para nada, aunque pases hambres.
No recibas ni veas a nadie. No salgas a trabajar, que, al fin, para nada
necesitas el dinero, encerrado y sin recibir a nadie. Si te aburres, ve la
televisión, que ahí te dirán como va creciendo la pandemia, te pasarán
películas viejas y verás juegos de fútbol con estadios vacíos. Vacíos están
para vengarse del SARS-CoV-2:
-
“A ver, tal por cuál; ¿que puedes hacer ahora?”
Pero
sigue haciendo mucho mal. A este COVID-19 se le compara con la peste de la Edad
Media y con la influenza del 1918-1919. Si bien aquellas pandemias mataron
muchos humanos inocentes, posiblemente no hayan sido tantos, en cifras
absolutas, que ésta por SARS-CoV-2.
La esperanza verdadera radica en la producción de una vacuna efectiva disponible para toda la humanidad (más de 7,000 millones de humanos desolados), pero parece que eso no ocurrirá a corto plazo. Otra esperanza, aunque incierta, impredecible y riesgosa, es atenerse a la inmunidad de rebaño. De eso, si acaso, diremos otro día. Mientras tanto, sigamos aislados, que es lo mejor; fortalezcamos la vida familiar inteligente y creativa y salgamos a caminar, por rumbos no transitados, con cubrebocas, aunque sea de paliacate y con anteojos oscuros, y sigamos curioseando todo los que se nos atraviesa, que es la mar de divertido.