La entrada de hace ocho días trató de dejar claras mis convicciones de que el vino es un producto artístico, la vinicultura un arte y los vinicultores, artistas. En el curso de la semana me quedó claro, por comentarios de algunos lectores, que a varios les movió el tapete. Eso no me ofende ni lo celebro, simplemente me satisface.
Pero en vista de ello, decidí comentar de otras artes con el mismo enfoque con que lo hice para la vinicultura. Empecemos por el arte, quizá, mi favorito: la música.
Nadie niega que la música sea un arte; sus creadores, los músicos; sus receptores, aquellos que la amamos. Es creación del hombre, que utiliza como modo de expresión sonidos combinados en formas más o menos complejas. Los emite con la voz o con instrumentos variados, tan simples como las flautas o tan complejos como el órgano y los puede presentar por escrito para que un intérprete los convierta en sonidos. Es un lenguaje y de esto hemos escrito aquí hace muy poco.
En la música, todos los estímulos son sonoros, son sonidos. Entran al organismo por los oídos y después de varios pasos muy cortos en los mismos, estimulan los receptores especializados que ahí se encuentran. El estímulo, que es vibratorio, se transforma en energía eléctrica de microvoltios y es transportada por nervios a la corteza cerebral en las áreas auditivas en los lóbulos temporales, donde son decodificadas y “escuchadas”. Su comunicación con las áreas emotivas del mismo cerebro, es lo que le confiere a la música su carácter de arte, es decir: la capacidad de generar sentimientos y emociones en quien la escucha. Son diferentes para cada persona que escucha música, aunque sea la misma pieza, porque el sentimiento generado en el cerebro al escuchar música, aunque sea la misma pieza, es diferente para cada individuo. Se oye lo mismo, pero cada individuo genera, con la misma pieza, diferentes sentimientos; cada quien oye su propia música ante la misma música.
Y aquí ocurre los mismo que con el vino: el que escucha una pieza musical la gusta como un todo, no la diseca para analizar por separado sus componentes: la melodía, la armonía, el ritmo o el volumen: simplemente lo oye todo junto, porque todo viene junto y es el modo único de disfrutar la música; no hay que tratar de disecarla, hay que oírla como un todo. No tratar de darle significado, la música no significa más que música, sólo es música y genera sentimientos complejos, tan complejos e intraducibles como la música misma.
Para hacer énfasis en esto, les referiré una anécdota de Beethoven. Estaba en una velada musical privada durante la cual tocó completa su sonata Appassionata. Al terminar y recoger los aplausos se le acercó una dama y le pregunto:
- Maestro, ¿que quiere decir con esa música maravillosa?
Beethoven le contesto sentándose nuevamente al piano y tocando los primeros compases del primer movimiento. Nada dijo.
Terminemos el tema del día de hoy con las artes plásticas, aquellas que se ven: la pintura, la escultura y la arquitectura. Digamos de la pintura y lo haremos con una a la vista.
Diego Velázquez (1599 - 1660) "El triunfo de Baco" o "Los borrachos" (1629) |
Esta entrada amplía o complementa la de hace una semana