El nombre de esta entrada debe completarse:
CONFESIÓN DE ALGUNAS DIFICULTADES OCASIONALES EN LA FACTURA DE UNA ENTRADA DEL BLOG.
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El cuarteto de cuerdas (violín I, violín II, viola y violonchelo) es el conjunto musical más representativo de la música de cámara. |
Por que eso es lo que me esta sucediendo para la elaboración de la actual, que debería llamarse DE LA MÚSICA DE CÁMARA. Pero resulta que ya existe una entrada con ese nombre, publicada el lunes 22 de febrero del 2021, que me gusta mucho. Es buena para dar a entender de que se trata esa música.
La entrada pensada para hoy haría referencia a un concierto al que asistí el pasado jueves 21 de noviembre en la Sala Anexa Tlaqná, la que cariñosamente conocemos como "la petite Tlaqná". Es hermosa y con acústica magnífica. El programa prometido resultó gustado, pero no sentido, con obras de Serguéi Prokófiev, Giovanni Batista Fontana, Antonio Vivaldi y George Friedrich Händel. En esta entrada solo diré de la primera. y de la última.
La entrada imaginada para este blog no tendría que ver mucho con las obras citadas en el programa y ejecutadas por el Ensamble Novus Mundus, sino con la teoría de la música de cámara tal como ya lo había publicado en febrero del 2021. Tampoco sería una crónica de la velada musical ya dicha, pues no es el destino de este blog. Entonces diré de algunas subjetividades en relación a la música de cámara. !Va!
La música de cámara va al sentimiento, no al pensamiento.
La música de cámara gusta, no se entiende.
La música de cámara es de ternura, no es de reflexión.
La música de cámara puede hacer llorar, no lleva a gritar.
La música de cámara es de pocos para pocos.
La música de cámara no es ruidosa; permite reflexionar.
La música de cámara se siente.
Por todo esto, y para conseguir ese todo, suele darse en recintos pequeños, por grupos musicales pequeños, en general de tres a doce músicos, para poco público. La orquesta de cámara, tradicionalmente, no lleva más de veinte elementos; no se trata de que suene fuerte, sino bello y sentido. Para esta entrada comentaré sólo dos obras: el Quinteto de Sergei Prokofiev y la Música para los reales fuegos de artificio de Georg Friedrich Händel.
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Serguéi Prokófiev (1891 - 1953) |
El Quinteto de Prokofiev es una pieza breve para un quinteto constituido por violín, viola, contrabajo, oboe y clarinete. Por el número de instrumentistas cumple la condición de música de cámara, no por el destino de la obra. Es música para un ballet moderno a cargo de un bailarín solista en 1939. Es estupenda en su hermosa modernidad, pero no es música para ser escuchada; es música para que la baile un estupendo bailarín. La música es para hacer lucir al bailarín, no para deleitar, sonoramente, a un público expectante de la música. Pero bueno, la pieza es magnífica; violenta, agresiva y estimulante, pero no es música de cámara.
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George Friedrich Händel (1685 - 1759) |
Después de un intermedio, obligado para restablecer el estado de ánimo a la neutralidad, y dos piezas barrocas italianas, se dio como número final la Música para los Reales Fuegos de Artificio, de Händel, compuesta en 1749 por encargo del Rey Jorge II de Inglaterra, para celebrar la paz de Aquisgrán, que puso fin a la guerra de sucesión austriaca.
No se cuantos músicos la tocaron delante del rey en 1749, pero lo hicieron de pie y deben haber sido muchos, pues la audición fue al aire libre y por la noche, en medio de un festejo popular presidido por el rey. Ahora, en la Sala Anexa Tlaqná el pasado 21 de noviembre, fueron cuarenta y cinco músicos, también de pie y muy sonoros. La audición resultó lucida, pero para nada fue música de cámara; fue música sinfónica. Hay orquestas sinfónicas de ciudades pequeñas que apenas alcanzan los cuarenta y cinco miembros. Desde luego, nada hubo de sentimiento o ternura.