Gustav Mahler es uno de los personajes más notables del parnaso de los músicos. Hay quienes lo consideran el mejor sinfonista que ha existido y es claro que él cierra el romanticismo, le dice adiós a la tradición sinfónica clásica, fue testigo crítico del final del mundo de la inocencia y visionario de un futuro demasiado terrible y demasiado maravilloso.
La vida y la obra de Gustav Mahler están teñidas de inseguridad emocional y ansiedad limitante. A pesar de su gran calidad reconocida como compositor y director, nunca fue aceptado plenamente por sociedad alguna. Solía decir: "Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austriacos, un austriaco entre alemanes y un judío ante el mundo". El hecho que definitivamente marcó su vida y obra fue su conversión al catolicismo en 1897, conversión totalmente de conveniencia, pues fue condición que le impuso la ópera de Viena para aceptarlo como director y condición no explícita, pero presente, para casarse con Alma Schindler, joven de gran inteligencia y belleza, asediada por numerosas personalidades del mundo del arte y la administración pública.
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Alma María Schindler (1879 – 1964) |
Alma María
Schindler es una de las mujeres más polémicas, controvertidas y
fascinantes de la historia del arte. Pocas han sido una fuente de inspiración
tan notable y han influido en tantos hombres de talento como esa compositora,
pintora y musa vienesa. Desde su infancia vivió en un ambiente privilegiado,
rodeada de los más renombrados artistas, bohemios y notables del ambiente
cultural de la Viena de la transición entre los siglos XIX y XX. Desinhibida en
sus relaciones y mujer de singular belleza, fue amante y fuente de inspiración
de muchos poetas, pintores, músicos, escritores, científicos y hasta un
sacerdote, con los que mantuvo apasionados romances, aunque tuviera que pagar a
lo largo de su vida el alto precio de perder a varios hijos y nunca encontrar
el amor definitivo que le hiciera sentir que su búsqueda había terminado. Para
muchos Alma es una mujer que supo ganarse la posteridad, no gracias a su
talento, sino a costa del talento de los genios que iba conquistando con el
indiscutible gran talento que la naturaleza le dio: el de dominar a los
hombres, siéndole infiel a todos. Perdió la inocencia a los 17 años y en
recuerdo de ello, y por lo que para Gustav Klimt significó la experiencia, el
pintor la plasmó en un cuadro que tituló “El beso”, y que hoy por hoy es el
icono que identifica la obra de este genio de la pintura.
Y empezó el camino
del amor y la disipación. Destacan sus aventuras con el director teatral Max
Burchkard y con su profesor de piano y compositor Alexander von Zemlinsky.
Burckhard promovió el interés de Alma en la literatura y el teatro, pero al
mismo tiempo la indoctrinaba con la filosofía de Nietzsche. Pareciera ser que
la frase de este último: "A aquel que se cae también se le debería dar un
empujón" fue un lema que Alma puso en práctica con todos quienes llegaron
a amarla.
Con Gustav Mahler,
ya judío conversó, se casó en 1902, embarazada de una hija de Mahler y
aceptando la condición de renunciar a su actividad como compositora. Alma muy
pronto se sintió sola y aburrida en el rol de ama de casa mientras
atendía a su familia, supervisaba las finanzas y ejercía como copista de las
partituras y lectora de las pruebas de las obras de su marido. El amor entre
Mahler y Alma siempre estuvo marcado por una serie de sentimientos paradójicos,
plenos de contrastes y en los que la entrega y el desinterés, la lealtad y las
infidelidades y la veneración y el menosprecio marcaron la pauta. La presencia
de Alma es evidente en toda la producción mahleriana, hasta su muerte. Alma
escribió en sus memorias: “Si yo me hubiera identificado con él, me hubiera
hundido con él. Ignoré sus debilidades y le hice tan fuerte ante el mundo que
parecía un haz de energía masiva “.
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Sengler Robert «Esser»: Alma Mahler, 2019 |
Alma finalmente se hastió, dejó a Mahler, conoció y se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius y mantuvo una relación amorosa con quien años después fundaría la Bauhaus. Mahler sublimó la traición de Alma en su Décima Sinfonía, que resume en la frase “Adiós, mi lira, adiós... Vivir por ti, por ti morir”.
La vida de Alma
María Schindler siguió por muchos años, matizada con matrimonios, hijos y
muchos amantes notables. Pero aquí se cierra el capítulo de Mahler.