Acerca de mí
- Rogelio Macías Sánchez
- Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022
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jueves, 4 de mayo de 2023
INTERMEZZO 55. CAPRICHOS FAVORITOS, SIN EDAD NI LUGAR...
lunes, 1 de mayo de 2023
A PROPÓSITO DE UNA LECTURA DE "PEDRO PÁRAMO".
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Juan Rulfo (1917 - 1986) |
Pedro Páramo es una novela corta.
Pedro Páramo es una gran novela.
Pedro Páramo es la mejor novela mexicana que se ha escrito.
Pedro Páramo es la novela fundadora del modernismo en América Latina.
Pedro Páramo es un poema.
Pedro Páramo es un poema sinfónico, en el tono menor de la nostalgia y la profundidad.
Mucha tinta se ha
gastado en ponderar “la” novela de Juan Rulfo, muchísima más que la que Juan
Rulfo gastó en escribirla; tal cual ha sucedido y sigue sucediendo con Don
Quijote de la Mancha. Esto es porque las dos soportan múltiples lecturas a
través del tiempo, dada su complejidad inmensa, esquiva y cambiante para un
solo lector, cuanto y más para una sociedad o para distintas generaciones.
Además de que revive la magia más antigua, aquella de que los muertos recuerdan
a los vivos.
Ante mi tercera lectura
de Pedro Páramo yo no puedo analizarla ni gastar algo más de tinta negra en
ensalzarla, sabiendo que no soy capaz de verter en palabras significados que no
tienen traducción al lenguaje corriente de los simples mortales. Mejor me dejé
llevar por el placer de encontrar el ritmo que la convierte en un poema,
presente desde el cautivante primer párrafo:
“Vine a Comala
porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo
dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus
manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en plan de
prometerle todo.”
La narración fluye
interminable, sin capítulos que la interrumpan, desnudando sentimientos y
emociones contenidas que pronto se convierten en canto. Pedro Páramo es ahora
música y lo reconoce, como cuando la madre
“Cerró la puerta y
abrió sus sollozos que se siguieron oyendo confundidos con la lluvia”
O ante la muerte de
Miguel Páramo:
“En el hidrante las
gotas caen una tras otra. Uno oye, salida de la piedra, el agua clara caer
sobre el cántaro. Uno oye. Oye rumores...”
“Se oyen pasos que
se arrastran... Y el llanto. Entonces se oyó el llanto”
Y este sólo compás del
que no se sabe si son dos líneas de un soneto o una hermosa frase musical:
“Se oía el aire
tibio entre las hojas del arrayán”
A Juan Preciado lo
mataron los murmullos:
“Un rumor parejo,
sin ton ni son, parecido al que hace el viento contra las ramas de un árbol en la
noche, cuando no se ven ni el árbol ni las ramas, pero se oye el murmurar”
“Allí, donde el aire
cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un puro
murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida...”
Pero Pedro Páramo no es
sólo un canto, es un poema tonal, sin tiempo que lo limite ni reglas que lo
acorralen ni partes que lo interrumpan. Es un solo indivisible e inmutable que
sólo obedece a su nervio conductor, que es la magia del entretiempo y el
interespacio que junta y separa a los vivos y los muertos. Sólo son emociones,
pues no hay hecho alguno.
En su tumba, Juan
Preciado acurrucando en su seno a su madre, piensa que
“gruesas gotas
cayeron sobre la tierra. Sonaban huecas al estamparse en el polvo blando y
suelto de los surcos. Un pájaro burlón cruzó a ras del suelo y gimió imitando
el quejido de un niño; más allá se le oyó dar un gemido como de cansancio, y
todavía más lejos, por donde comenzaba a abrirse el horizonte, soltó un hipo y
luego una risotada, para volver a gemir después.”
¡En una de esas es una ópera!