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Letra capital a de un silabario italiano del Renacimiento temprano. |
decir del vino vengo
de su bondad y maldad
que pecado sería ocultar
los saberes que le tengo
El vino, con
todas las implicaciones que el nombre indica, es un eje cultural importante de
una buena proporción de la población mundial actual, a saber: la Europa de
origen cultural grecolatino incluyendo a la Rusia europea, los países
caucásicos, ya sean europeos o del cercano Oriente y todo éste, incluyendo Líbano
e Israel; algunos países americanos como Argentina, Chile, México y los Estados
Unidos también se incluyen. Podemos añadir a Sudáfrica y Australia, que ella
sola es isla y continente. No sé qué proporción de la población humana esté
comprendida en esta lista, pero sí sé que el país que ahora alberga casi la
quinta parte de la población humana, China, no participa en este listado, por ahora.
Sabemos que la
vinicultura data de unos ocho mil años y lo hizo desde el Caúcaso. De hace unos
seis mil hay documentación escrita que la respalda y desde entonces se ha
escrito, en prosa y en verso, en breve y en extenso, de sus virtudes y defectos,
de hechos históricos que tuvieron alguna relación con el vino y de los riesgos y
beneficios de beberlo. Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos en todo
el mundo, sino es que en todos, se aprecia y comienza a beber y disfrutar sin
saber nada de todo lo escrito al respecto. Tardaría toda la vida en hacerse y la vinicultura hubiera desaparecido.
Yo empecé a escanciar vino en mi juventud, hace por lo menos sesenta años. Siempre ha sido un deleite, nunca me he embriagado con él y es hasta hace unos cincuenta años que me he enterado bien de su historia, sus procesos de producción, sus cualidades, sus calificaciones y sus riesgos y ventajas para la salud, individuales y colectivos. De esto último no se puede librar uno ahora, pues la invasión de la intimidad a través de la Internet y plataformas similares es casi absoluta y no se puede escapar de ella. A diario nos “informan” de lo bueno y lo malo de todo, casi siempre excesivo y amplificado y es casi imposible vivir excluyendo esa vorágine informativa global, obligatoria y finalmente desinformativa. Es toda una habilidad mental extraordinaria el poder excluirla de nuestras vidas. Yo no lo he conseguido.
Un tema común es si el vino es bueno o malo para la salud física. Sin exagerar, diariamente aparece un artículo en las plataformas informáticas actuales, que dice que el vino no es bueno ni es malo..., sino todo lo contrario y enarbolan sus documentos de pretensión científica. La verdad es que les hago poco caso si acaso alguno les hago. Mi experiencia como buen aficionado al vino y el hecho de ser médico me ha permitido adoptar una postura honesta. Sé de los riesgos y de los beneficios, que siempre he puesto en la balanza y así he fijado mi actitud. Ustedes la conocen a través de lo expresado en numerosas entradas de este blog.
El beneficio principal es estético, es el gusto de verlo, olerlo y saborearlo, que no es de poca importancia, es de mucha y primera, y repetidamente lo he enfatizado. Le sigue el beneficio a la salud, que desde tiempos inmemoriales se ha conocido y parece ser que lo único que verdaderamente favorece el vino es la salud de la circulación sanguínea a través de disminuir el riesgo de enfermedad vascular oclusiva del corazón y el cerebro. Lo hace a través del resveratrol, un polifenol que finalmente es un antioxidante con clara acción sobre la capa interna de las arterias, lo que previene su engrosamiento y la consecuente reducción de su calibre. Esto mantiene una mejor circulación particularmente, repito, del corazón y el cerebro, y así disminuye el riesgo de infartos cardíacos o cerebrales. El resveratrol se encuentra en frutos rojos y en semillas, y para lo que nos interesa, en el hollejo de las uvas rojas. Por eso, el vino tinto es mejor, para esto, que el blanco. Parece ser que éste es el único beneficio para la salud física que ofrece el vino, particularmente el rojo, pero ¡qué más desearíamos que eso de muchos otros alimentos o bebidas!
También desde miles de años ha, se han descrito trastornos graves de la salud por el vino, incluso la muerte rápida, como la de Alejandro Magno, que murió en una horrible borrachera en Persia. Los efectos nocivos para la salud por el vino, agudos o crónicos, son por el alcohol y en proporción directa a la cantidad que se consuma del mismo. El vino, en la actualidad, contiene alcohol en una proporción del 14 por ciento, grado más grado menos, para el tinto. Para el blanco son 12 grados. Si consideramos que los aguardientes como el tequila, el cognac, el whisky, el vodka, el mezcal, el brandy, el ron y algunos otros que se me escapan, tienen alrededor de 40 por ciento, eso significa que el vino tiene apenas la tercera parte parte de alcohol que estos aguardientes. El alcohol etílico es el mismo para todas estas bebidas; la diferencia es la cantidad.
El daño para la salud por el alcohol es principalmente al hígado y al sistema nervioso con enfermedades graves, crónicas, progresivas y mortales, pero por supuesto que el riesgo es mayor con los destilados que con el vino. Tomar vino es saludable, mejor el rojo que el blanco, si se bebe con las comidas y no más de 375 mililitros al día, media botella, dos vasitos de buen vino. En este caso, para ustedes, por ustedes y con ustedes, ...
¡Salud!