Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Mi recinto musical favorito en todo el mundo |
Nací en la ciudad de Puebla en el año de 1937, mismo en el que murió Maurice Ravel y se descubrieron las sulfas, que son los primeros antibióticos. Mi natal ciudad la conocí a los veinte años, pues desde los tres fui un capitalino recalcitrante. En esa entonces hermosa Ciudad de México aprendí el arte de escuchar la música al mismo tiempo que las primeras letras, las dos cosas de mi madre. Fui un chico normal que terminó la carrera de médico cirujano en 1959 en la Universidad Nacional Autónoma de México. Para entonces, mi progenitora había fracasado en el empeño de enseñarme a tocar el piano, pero yo había ganado mucho en el gusto por escuchar la música y disfrutar la ópera. Además, era fanático beisbolero de los Azules de Veracruz y después de los Tigres de México y aficionado taurino buen conocedor, que vi desde Armillita y Manolete hasta Mariano Ramos. Soy neurocirujano, ahora en retiro, certificado por el consejo mexicano de la especialidad.
Mi trabajo profesional me despegó de algunas actividades, pero no de la música, y con mi esposa y por nuestras especialidades médicas, hemos viajado por el mundo, consumiendo todo lo que de música buena haya en cada lugar. En Morelia me he hecho amigo de los músicos.
Entre
los personajes de la música que mucho me honra el haber escuchado personalmente, están Maria Callas, Herbert
von Karajan, Otto Klemperer, Aram Jachaturian, Dmitri
Shostakovich, Plácido Domingo, Sergiu Celibidache, Carlos Chávez, Luis Herrera
de la Fuente, Andrés Segovia, José Iturbi, Leonard Bernstein, Jascha Heifetz y
su Stradivarius, Gerhart Muench, Eduardo Mata, James Levine, Pierre Boulez,
Jordi Savall, Philip Glass y muchos otros, a los que luego recuerdo para platicar con los
amigos. Además, haber visto la puesta en escena de El Anillo
del Nibelungo de Wagner por Patrice Chérau.
En la
actualidad me desempeño como jefe de una familia de dos miembros, neurocirujano retirado y
neurólogo activo y amigo de la música.
Entre mis defectos, reconozco una ignorancia soberana del jazz y una grave
intolerancia a la música atonal, lo que me ha valido reclamos y jalones de
orejas. Me gusta juntarme con la gente inteligente, pero no estoy muy seguro de
que a la gente inteligente le guste juntarse conmigo. Y desconfío de los que
están de acuerdo conmigo, pues pueden estar equivocados.
Foro y lunetario del Palacio de Bellas Artes Quizá los más hermosos del mundo |
Ése soy yo, el que cada martes y durante más de veinticinco años escribió una columna periodística para comentar la música y criticar a los músicos, columna que sólo ostentó como virtud la sinceridad, con todos sus atributos. Siempre escribí de música, pero no siempre para comentar un evento al que hubiese asistido. Muchas veces hube de recurrir a la intimidad de mis recuerdos, a la historia, a la filosofía o a la teoría de la música, lo que me obligó a aprender de estas disciplinas. Creo que en este terreno he tenido buenos logros, que ahora me siento en la necesidad y obligación de compartir; al fin y al cabo es testimonio y muestra de un pequeño, pero valioso, sector de cultura de mi país.