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Dr. Isaac Costero (1903 - 1980) |
"Hay un único lugar en el Universo donde coinciden en armonía Dios y el Diablo: el HIPOTÁLAMO."
Dr. Isaac Costero Tudanca
Primero diré del doctor Costero, después del hipotálamo y finalmente de la su frase que encabeza esta entrada.
El doctor Isaac Costero fue un médico español especialista en patología, educado en los mejores niveles mundiales de entonces para esa especialidad (Alemania) y colaborador muy estrecho del doctor Pío del Río Ortega, que es la figura más destacada de la llamada Escuela Histológica Española, que giró alrededor de Don Santiago Ramón y Cajal. Su especialidad, la histología y patología del sistema nervioso. Sus conceptos de entonces siguen siendo vigentes, aunque ampliados con las modernas técnicas de investigación al respecto.
Por razones de sus ideas políticas, republicanas y democráticas, el doctor Costero se exilió en México en 1939; desde entonces y bajo su guía, se formó la moderna escuela de patología en México, que alcanza niveles de proyección internacional.
Para fines de esta entrada he de decirles que el doctor Isaac Costero fue mi maestro de Anatomía Patológica en el tercer año de la carrera de médico cirujano en la entonces Escuela de Medicina de la UNAM; fue en el año de 1956. En su clase escuché la oración que encabeza esta entrada y siempre la tengo presente; suelo trasladarla a mis alumnos, pues me parece que integra, en una sola frase, un concepto genial.
Del hipotálamo ya dije en este blog, en la entrada del 28 de febrero de este año. Es un complejo conjunto de micronúcleos nerviosos que se encuentra por debajo del tálamo, gran conjunto nuclear del cerebro que es el verdadero secretario particular de la corteza cerebral. Por debajo y adelante de este gran núcleo, el de mayor contenido de neuronas en el sistema nervioso, se encuentra el hipotálamo, pequeñito como una uva, pero también muy celular. Característica especial es que muchas de sus neuronas emiten señales eléctricas, nerviosas; otras, también muchas, lo que generan son hormonas, es decir, también es una glándula endócrina, cuyas acciones se ejercen sobre la hipófisis, que mucho tiempo ha sido considerada la matriarca todopoderosa del sistema endócrino, el de las hormonas. Resulta que esta depende del hipotálamo.
Ahora bien, hipotálamo e hipófisis constituyen una unidad funcional, un verdadero sistema autónomo que no depende de voluntad ajena alguna y que maneja dos grandes funciones: la homeostasis y las emociones. La homeostasis es el equilibrio interno de la química de nuestro organismo; las emociones, son las emociones..., complejo funcional inexcusable en la especie humana, tanto como incomprendido.
Las dos funciones corren a cargo de los dos sistemas, pero el endócrino se encarga más de la homeostasis, de la supervivencia, y el nervioso de las emociones, con todos sus intríngulis. Y aquí es donde entran Dios y el Diablo.
Decía el doctor Costero que Dios es el sistema endócrino del hipotálamo, cálido y luminoso, de actuar inmediato, rápido y oportuno ante crisis que comprometan la vida o la integridad del sujeto, siempre en lucha por salir adelante; puede fallar, pero entonces él mismo muere en la lucha.
El sistema nervioso del hipotálamo es el Diablo, frío, calculador, distante, lento e intrigante, que puede dejar morir o el mismo matar a su poseído. Es inmortal.
Y cada uno de nosotros tenemos a los dos en nuestro hipotálamo y ellos allá arriba la llevan bien. Mientras no haya motivo de discordia entre la homeostasis y el sentimiento, entre nuestra química interna y las emociónes, Dios y el Diablo conviven en paz.
Así lo veía el doctor Isaac Costero entonces y yo también, entonces y ahora. Hasta la próxima.