Tengo un amigo llamado Rodrigo de las Marismas. Además del nombre tan espectacular, tiene una esposa hermosa y sensata que se llama Mariana y una muy vasta cultura, de la que es parte importante su interés y conocimiento por la música. Como es rico, tiene tiempo y no es tacaño, asiste a gran número de los espectáculos musicales de México y es poseedor de una enorme colección de música grabada. Sería mi amigo ideal si no tuviéramos opiniones tan diametralmente opuestas en lo que al arte se refiere, como lo podrán constatar.
Rodrigo vive en la Ciudad de México y es un seguidor de este blog. El lunes 12 de septiembre leyó la entrega que se tituló DEL PUBLICO DE LA MÚSICA. Al leerlo, todo iba más o menos bien, según me dijo después, hasta que se topó con el párrafo donde me refiero al "gusto" del público como un elemento subjetivo y variable que determina la creación de la música. Y peor se dieron las cosas cuando leyó que "el público no se equivoca". Entonces tomó el teléfono y durante un rato largo se dedicó a rebatir mis conceptos. No les referiré toda la discusión, pero si algunas de sus ideas que son cabalmente válidas.
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Teatro de los Campos Elíseos en París |
¡Claro que el público se equivoca!, fue su saludo, y me recordó la noche del 29 de mayo de 1913, cuando un público furioso destruyó el patio de butacas del Teatro de los Campos Elíseos de París, donde se daba el estreno de La Consagración de la Primavera de Stravinsky. No se recuerda escándalo peor en la historia del arte por el disgusto de un público ante una obra, y las fotografías de lo sucedido más recuerdan una ciudad bombardeada que el escenario civilizado donde se estrenaba la obra de afamados artistas. Continúa Rodrigo: Stravinsky es ya un clásico del siglo XX, es impensable la música moderna sin sus aportaciones y La Consagración de la Primavera es una piedra angular en la historia de la música. La historia los ha consagrado y el público de entonces se equivocó totalmente.
Es cierto lo que dijo mi amigo, pero el público no se equivocó. La zacapela se organizó porque empezaron a pelear durante la función los detractores y los seguidores de Stravinsky, y como ningún bando tenía superioridad franca, la pelea se prolongó y fue muy violenta; pero en el escándalo hubo tantos equivocados como acertados, y desde la siguiente función que se dio, la obra fue siempre un éxito. Le dije a mi amigo que ese público, como un todo, no había estado equivocado y que había sido un público crítico, lo que no siempre se da.
Rodrigo vuelve a la carga con el
tema del gusto y me recuerda una frase de Rousseau. "Cada hombre tiene un
gusto particular por el cual da a las cosas que llama bellas y buenas, un orden
que no le pertenece más que a él". Por lo tanto, no hay un gusto general
en el que puedan apoyarse los artistas para crear su obra. En la época barroca
y en la clásica, en todo caso, usaron el gusto del patrón o del mecenas como
guía, pero hace largo tiempo que ya no se usa eso; el romanticismo mató ese
concepto infinitamente intelectual, empequeñecedor, incompatible con el genio
que se ríe de las reglas, del gusto, del buen gusto y del mal gusto.
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Una de las pinturas negras de Don Francisco de Goya y Lucientes |
Seguía mi amigo por el teléfono: Si lo que tú dices fuera cierto, Rogelio, el buen gusto sería la peor de las calamidades, pues llevaría directamente a la creación artística como un departamento de alta costura, una especie de manufactura de perfumes especializados. Si Goya se hubiera atenido al buen gusto de su época, nunca hubiera hecho sus pinturas negras y Beethoven no hubiera escrito sus últimos cuartetos.
Me presenta a Pierre Boulez que de
joven se preguntaba: ¨¿Estaré irremediablemente determinado por el gusto de una
época? O ¿voy a contribuir yo mismo a forjar sus elementos? ¿Seré víctima del
buen gusto de mi época o de su mal gusto? ¿Debo rebelarme y hacer abstracción
de sus criterios, que aparentemente no puedo llegar a dominar?” Pierre Boulez
se contestó con su obra, personal e intelectual, posiblemente genial e
ignorante del gusto general.
Esto y más me dijo Rodrigo por
teléfono, pero por ahora, ya basta.