Acerca de mí

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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 21 de junio de 2021

EN MI CUMPLEAÑOS 84

 



Hoy cumplo 84 años y temprano me felicité. Nací la mañana del 21 de junio de 1937. Era lunes como hoy y hubo luna llena esa noche. Ochenta y cuatro años no son pocos, pero tampoco muchos; depende de cómo le haya ido a uno en la vida.

A mí me ha ido bien, muy bien, por lo que no me molesta la idea de cumplir algunos más; no digo cuantos, porque eso no depende de mis deseos o voluntad. Quejas no tengo de la vida y si penas he sufrido, no han modificado su curso afortunado.

 


I. Fui de una familia atípica y de recursos económicos modestos, pero muy estimulante desde que tengo memoria y ahora capacidad de análisis retrospectivo. Jugué en la calle de una gran ciudad capital con mi pandilla desde los seis o siete años hasta como los quince; privilegio tal no se concibe ahora. Estudié los tres ciclos de educación antes del profesional en colegios particulares no especialmente caros, de orientación religiosa católica no fanatizante. El bagaje de información académica, cultural y social que me dejaron esos once años de estudio es incomparablemente mayor que la que ahora recogen estudiantes de esos grados en casi cualquier escuela del país. Hay excepciones honrosas. Esta formación previa me permitió hacer la carrera de médico cirujano con fluidez, hacer un hermoso servicio social en una isla de quinientos habitantes, graduarme con felicitación y acceder a la formación de postgrado con facilidad.

Mi ámbito familiar, atípico como ya dije, pero más extenso que uno familiar característico, determinó mi formación cultural y social en forma amplia, sólida y disfrutable. Aprendí de música de todos los géneros y de varias otras artes, me aficioné a la lectura, me hice experto en varios deportes y en la tauromaquia, aunque nunca fui ni siquiera un mediano deportista, y me cargué con una vasta cultura general que sigo disfrutando y procuro acrecentar. En esa mi formación familiar participaron mi abuela, tíos de todos los grados, primos de grados y edades diversos, sobrinos, múltiples seres humanos que vivieron en mi casa sin relación familiar alguna y amigos de la familia muy significativos. Pero la estrella colosal de mi formación humana total fue mi madre, María Aurora. Este texto rinde un homenaje, aunque mínimo, a ella.

 

II. Desde mi juventud temprana, la medicina permeó mi vida y la de mi nueva familia. La especialidad escogida se ha manifestado a lo largo de mi vida como la mejor que pude haber hecho y la hice en el mejor hospital que entonces podía hacerse; me ha brindado sinfín de satisfacciones. En ese quehacer de buscar, encontrar y desarrollarme en la profesión, encontré a la mujer de la que pronto me enamoré, la enamoré y ha sido mi pareja y esposa desde entonces y hasta ahora. Con intereses múltiples y diversos, pero con el amor, la especialidad médica y la cultura como ejes de nuestras vidas, hemos hecho de ésta algo estupendo e incomparable. La hemos disfrutado en nuestras ciudades de residencia, en nuestro país entero y en el mundo, los que hemos caminado en buena parte buscando y consiguiendo nuestra superación profesional y personal en la cultura. Hemos sido ricos de ello.

Esta segunda parte de nuestras vidas se iluminó hasta el esplendor desde hace ya cincuenta años con el arribo y convivencia con nuestros hijos, dos, hombre y mujer, que han sido y siguen siendo motores generadores de hermosos pensamientos y profundos sentimientos. Crecieron, se educaron y formaron y hace ya buen tiempo que dejaron su nido para hacer su vida no lejos, pero tampoco cerca de nosotros.

Desde hace pocos años, apenas diez se cumplirán, la venida al mundo del nieto le dio a la vida luz, calor e intensidad esplendidos como yo nunca había imaginado que pudieran darse. Ojalá pueda yo disfrutarlo un buen tiempo.


III. Marido y mujer, aunque solos, seguimos procurando un ritmo de vida parecido a cuando éramos cuatro de familia, aunque con nostalgia por momentos fuerte. Transcurrieron años, ya muchos, en que fuimos insensibles al paso de la vida, aunque era claro que nuestros motores orgánicos se lentificaban. Seguíamos siendo los mismos, pero éramos diferentes y lo soslayábamos, más yo que mi esposa. Hace ya dieciséis meses que el CoViD-19 nos sacudió con energía y nos obligó a abrir grandes los ojos del alma: somos de la tercera y última edad, somos frágiles ante muchas circunstancias de peligro que se multiplican, estamos solos en nuestra ciudad y debemos dejarla. Volveremos a viajar en nuestro país para acercarnos a nuestros amados motores vitales, para, a su lado y calor, protegernos y revitalizarnos hasta donde nos sea posible.

 Ahora hago mío el poema de Amado Nervo que se llama


En paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

 

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

 

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

 

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

 

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

 

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


¡Caminos bifurcados o encontrados!