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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 24 de mayo de 2021

EL MITO DE DON JUAN, 2


El personaje de
Don Juan Tenorio

Mi entrega anterior se refirió al mito de Don Juan. Hoy escribo del teatro y la ópera por él inspirados. El personaje Don Juan y de apellido Tenorio nació en 1630, cuando el sacerdote mercedario Gabriel Téllez, mejor conocido como Tirso de Molina, publicó en Barcelona una de sus cuatrocientas piezas teatrales: El burlador de Sevilla o El convidado de piedra. Lo pinta tal cual lo describí, cuenta la muerte del comendador y tres burlas completadas a mujeres comprometidas, dos nobles y una pescadora, lo persiguen su padre y el rey y a escapar lo ayuda su tío. Muere en la cena a la que acude para corresponder la visita que le hiciera "el convidado de piedra", ardiendo en el fuego del infierno y pidiendo confesión y absolución, las que no se le conceden. El final es el convencional de la época, educativo y ejemplar, con el rey "desfaciendo los entuertos" y casando a cada quien con su cada cual. El poema es de tanta solidez y mesura que hasta recatado parece, pero es enormemente creativo y dramático.

A partir de esta pieza magistral se han hecho casi un centenar de obras de teatro u óperas; de éstas hay, por lo menos, cuarenta y en el teatro han abordado el tema autores como Moliére, Lord Byron, Pushkin, Balzac, Corneille, Goldoni, Zorrilla y muchos más. Algunos lo cambian de sitio y otros de tiempo, pero siempre se mantiene la dualidad del mito: el burlador de honras y vidas y él que es capaz de convocar a los muertos. Las conquistas son más o menos numerosas (decenas, cientos o más de mil) y siempre hay mujeres nobles y plebeyas y en ocasiones monjas. Pero la diferencia sustancial de estas obras, cuando existe, radica en el final.

José Zorrilla (1817 - 1893)


Don Juan Tenorio, de José Zorrilla (1844), es él que más conocemos pues en México y en España se pone cada año por el Día de Muertos. Es de verso fácil y dicen, los que saben, que de poco mérito. Sin embargo, todo un pueblo, el español, conoce por lo menos un verso del Tenorio y lo aplica a la menor provocación; como aquello de "son pláticas de familia / de las que nunca hice caso". El problema de este Don Juan es que pone en entredicho la justicia divina, pues permite que un malandrín tan redomado, cuando por sus maldades mismas ve llegar la muerte, se arrepienta y alegando que de verdad amó a la novicia Doña Inés y que ésta también, aunque burlada y muerta lo ama, aproveche "que un punto de contrición / da a un alma la salvación" y eluda el castigo que un Dios justo debiera reservarle.

El personaje de Don Juan ha perdido vigencia; el amor carnal ya no se toma por asalto, se tiene con facilidad y aun se ofrece; el deseo se ha liberado. Otra cosa era en la España y en todo el mundo occidental recién salido de la Edad Media.

El mejor drama de Don Juan es el que hicieron Mozart y da Ponte para ser estrenado en el Teatro Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787.

Lorenzo Da Ponte
(1749 - 1838)

Lorenzo da Ponte (Ceneda, 1749 - Nueva York, 1838) fue un personaje de vida azarosa. Judío converso, sacerdote católico, libretista, librero, comerciante en vinos, trotamundos y donjuan de considerable categoría, escribió para Mozart los libretos de sus tres mejores óperas, entre ellas, la que todos consideran la mejor y algunos "la ópera de las óperas": Il Dissoluto punito, ossia il Don Giovanni. Da Ponte utilizó como base la obra de Tirso de Molina y un libreto que Giovanni Bertati había hecho para que Giuseppe Gazaniga compusiera la ópera Il convitato di pietra en 1786. Parece ser cierto que el legendario Giacomo Casanova participó también en la factura del libreto para Mozart, lo que sería una de las más bellas coincidencias imaginables: que el mayor de los seductores que han sido haya escrito algunos versos del Don Giovanni. El texto tiene debilidades, quizá por premura, pero la secuencia dramática es fluida y atractiva, a lo que contribuye en forma primordial la música. En esta ópera, como en ninguna otra, los personajes tienen una característica musical muy precisa, lo que es muy notable en los números de conjunto, donde la orquesta toca para todos y cada personaje hace llegar al espectador su propio sentimiento, sin que por ello se resienta el necesario efecto de conjunto.

Wolfgang Amadeus Mozart
(1756 - 1791)


La pintura musical es tan rica que hace de cada personaje, varios, y crea una ambivalencia de sentimientos por parte del público para cada uno de ellos. ¿Es Don Giovanni tan sólo un ser odioso, un impío y un libertino que no merece la simpatía que indefectiblemente sienten los espectadores hacia su figura apenas pasada su violenta irrupción en escena? ¿Es acaso un ser sediento de ideal, un héroe que persigue el amor absoluto? ¿Es un galán de virilidad incierta, que en su correr de un amor a otro sólo busca afirmar su masculinidad? ¿Es un pobre diablo, merecedor de piedad, que encadenado a su deseo se ve arrastrado de una aventura a otra sin vislumbrar jamás un final, o bien es la encarnación del deseo en acción que, libre de convenciones, arremete contra la moral, el orden y la tradición? ¿Es Doña Elvira una pobre histérica, una iluminada o sólo una mujer enamorada que lucha por su amor? ¿Es Zerlina una inocente campesina o toda una seductora en rústicos ropajes? Es la música la que proporciona esta riqueza de aspectos que convierte a Don Giovanni en obra única; es la extraordinaria música que Mozart creó para este mito la que da la medida exacta de los personajes, la autenticidad e intensidad de sus sentimientos. Por ella Doña Elvira se salva de la cursilería, Don Octavio del ridículo y el aria "Finch'han dal vino", conocida más como “el aria de la champaña”, es una vehemente explosión de vida y no la grosera y atropellada canción de un libertino.

Escena final del "Don Giovanni" de Mozart (1787)

A este Don Juan no se le dan bien las cosas; todos sus asaltos amorosos en escena se le frustran, alguno de ellos ridículamente, el de Zerlina. Pero lo que le confiere trascendencia es el final, que mantiene la vigencia de la justicia divina y amplifica la mítica dimensión de Don Giovanni, que sabiendo que va a morir y a condenarse, no se arrepiente de su forma de vida ni pide perdón y cae al fuego eterno luchando contra Dios, espada en mano.

El Romanticismo pleno hace eclosión.