En esta entrada pretendo aclarar, completar y cerrar conceptos que me parece que, por lo menos en parte, quedaron confusos en la entrada del pasado 17 de junio, entrada con motivo del concierto que la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX) había ofrecido tres días antes con sólo oberturas y pasajes orquestales de óperas de Richard Wagner. Dos semanas después, el 28 de junio, la OSX cerró su primera temporada del año con otra velada de contenido operático: La Rondine (La golondrina), ópera de Giacomo Puccini en versión de ópera concierto, es decir, sin acción teatral. En cualquiera de los dos casos, alguien puede decir: "estuve en una función de ópera", pero en ninguna ocasión fue así; se estuvo en conciertos sinfónicos en que se tocó y cantó música de ópera, pero no hubo ópera.
Los tres elementos esenciales en la ópera: Teatro, Música y Público apasionado. |
La ópera es antigua; nació en Italia en el 1600. En ella, la acción dramática avanza con la música, alternando recitativos y arias, que tienden a una continuidad dramática y musical, en que las arias no interrumpen la acción teatral y la música evoca sentimientos que corresponden a la escena. El canto es la fuerza esencial de la expresión escénica y permite la manifestación simultánea de sentimientos diversos e incluso opuestos. Sus argumentos son universales, trágicos o humorísticos, pero trascendentes.
Cartel del estreno de La Rondine, de Puccini, en Italia. |
El teatro es complejo. Exige, para llamarse así, escenografía, vestuario, maquillaje, actuación e iluminación. Y la ópera no es teatro con música ni música en el teatro; es un arte distinto, que conjuga, en plenitud y sin preferencias, esos dos elementos, los que no pueden separarse. Así se entiende la ópera y por ello afirmo que en ninguno de los dos últimos conciertos de la última temporada estuve en una función de ópera. No sufrí en ellos; bueno, en el segundo sí, porque la música de Puccini de La Rondine no la conocía y no me gustó.
Y aquí la dejo.