A la izquierda, Noé cultivando su viña y haciendo vino. A la derecha, Noé borracho es cuidado por sus hijos. |
Primera leyenda: La Biblia y el vino.
Es curiosa la leyenda que se recoge en las Sagradas Escrituras. Según la Biblia, tal y como cuenta el Antiguo Testamento, lo primero que hizo Noé al bajar de su barca fue plantar una viña, con cuyos frutos hizo vino y bebió hasta la saciedad, emborrachándose.
Pensándolo bien, no se ocurre una mejor manera de celebrar el final del Diluvio Universal. Ya lo decía Ezequiel, “dad vino a quien tiene el corazón lleno de amargura”. Además de repoblar la Tierra, a Noé le había sobrado tiempo para regalarnos uno de nuestros mayores placeres. El problema con esta leyenda es que Noé y su famosa barca, parece ser que nunca existieron.
Segunda leyenda: Egipto y el cultivo de la vid.
Tercera leyenda: Algo del vino en la Antigua Grecia.
La importancia de la Antigua Grecia en la historia del vino es de primer orden. Dicen que la botella de 750 mililitros, que es la botella habitual en todo el mundo moderno, no es fruto de la casualidad. Los griegos recomendaban compartir el vino de un recipiente común de entonces, entre tres. El resultante, en cifras actuales, era de 250 mililitros para cada bebedor, lo que el poeta Eubulo fijó como la cantidad adecuada por cabeza. Yo creo que esa sigue siendo.
Tanto es así que quienes se atrevieron a beberlo al natural acabaron muy mal: el rey espartano Cleomenes enloqueció tras hacerlo; Brennus, líder de los Senones, lo usó para suicidarse tras perder una batalla y Alejandro Magno murió en una terrible borrachera en Persia.
Tengo más leyendas del vino por ahí, pero ya serán para otra ocasión.