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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 17 de agosto de 2020

¿DESDE CUÁNDO BEBEMOS VINO LOS HUMANOS?

Dicen, los que dicen que saben, que la historia del vino ha discurrido paralelamente a la historia de la humanidad; pero también podría ser lo contrario, por lo menos en un principio: que la historia de la humanidad haya discurrido paralelamente a la del vino.

El vino es una bebida alcohólica producto de la fermentación del jugo de uva. Habemos quienes creemos que fue descubierto, más que inventado, por el hombre. En un cuenco de piedra al pie de una mata de Vitis vinifera sylvestris, que la lluvia había colmado de agua y le cayeron algunas uvas maduras; ahí quedaron agua y uvas y pasados unos días se inició el proceso natural de fermentación. Se hizo el vino y algún hombre sediento que pasó por el lugar lo bebió. ¡El vino estaba descubierto! Todo fue repetir el proceso natural, pero eso llevó miles de años.

                

                                                                   Vitis vinifera sylvestris

Recientemente se encontró la bodega de vasijas de vino más antigua conocida, data del año 6000 a.C., mil años antes del invento de la escritura. Está en Armenia (número 1 del mapa) y ella fue el indicio de vida civilizada de la especie Homo sapiens en ese lugar. ¡El vino es prehistórico!

Evidencia muy antigua de la producción y consumo de vino es una vasija del año 5400 a.C., hallada en el poblado de Hajii Firuz Tepe, en los montes Zagros, región que hoy comparten Irak e Irán (2); pero es hasta el año 3.000 a.C. cuando se estima que se produjo el verdadero nacimiento del vino. Los arqueólogos han encontrado indicios que fijan el origen de la primera cosecha de uva para hacer vino en Sumeria, en las fértiles tierras regadas por el Tigris y el Éufrates en la antigua Mesopotamia, hoy en Irak (3).

Vasijas egipcias 3000 a.C.

Desde Sumeria llegó a Egipto (3.000 a.C.) (4). Las orillas del Nilo fueron tierras de cultivo de la vid y en torno a estas plantas se desarrolló toda una actividad laboral e industrial. Los egipcios fermentaban el mosto en grandes vasijas de barro, y producían vino tinto. El vino se convirtió en símbolo de estatus social y era empleado en ritos religiosos y festividades paganas, se guardaba en ánforas durante varios años, teniendo más valor el vino viejo que el nuevo. Los alfareros grababan en ellas quién había cultivado las uvas, la fecha de elaboración y la calidad del mosto, como en las etiquetas de hoy. 

La Vitis vinifera es tan acomodaticia y poco exigente de condiciones para “darse”, que pronto se acomodó en China (2000 a.C.), antes de llegar a Europa. Las caravanas comerciales hacia el Lejano Oriente eran capaces de llevar cualquier producto a cualquier lugar y, hoy por hoy, la industria vitivinícola china está en auge y expansión.

La Biblia, aparte de su significado religioso para el judaísmo y el cristianismo, es un referente histórico de la antigüedad. La Ley de Moisés, por la cual se debía regir el pueblo de Dios, permitía el uso del vino, pero prohibía la embriaguez. En esto cayó Noé, que cultivaba vid y hacía vino en casa. Una tarde lo encontraron sus hijos, borracho y desnudo. No podemos saber, ni aproximadamente, el año en que esto ocurrió, pues la Biblia es muy inexacta en sus fechas, además de que Noé y su arca parecen ser mitos.

Michelangelo Buonarroti: La embriaguez de Noé

Algo parecido sucede con el arribo del pueblo judío a la Tierra Prometida después de cuarenta años de peregrinar tras su huida de Egipto y guiados finalmente por Josué. Cuando calculaba que estaba cerca, enviaba exploradores para tantear el terreno y varias veces regresaron decepcionados, pues lo que encontraban no correspondía a lo prometido. Finalmente, un día regresaron con la buena nueva de haberla encontrado; el signo evidente fueron unos enormes ramos de vid con uvas tan grandes como grandes toronjas; tenían garantizado un buen vino. También es difícil saber en qué año fue eso, si es que así ocurrió.

Dyonisos
En el año 700 a.C., el vino llegó a la Grecia clásica (5) a través de la isla de Creta. Los griegos tomaban el vino mediado con agua y se conservaba en pellejos de cabra. Se empleaba en ritos religiosos, funerarios y fiestas populares y le asignaron una divinidad: Dyonisos, que aparece siempre representado con una copa en la mano. Además, se elaboraban vinos con particularidades propias en diferentes regiones.

Pronto surgió Roma en la parte central de Italia (6), con su espíritu conquistador y poderío militar, su civilización y su incultura. Esto último lo remediaron importando sabios, filósofos y artistas griegos, que gustosos  emigraban tras el “sueño romano”. Ellos llevaron la cultura del vino a Roma, alrededor del año 200 a.C.  Allá se adoptó al dios griego del vino cambiándole de nombre, Baco, que presidía cada año la fiesta de la vendimia. Aplican nuevas técnicas a la vinicultura, la hacen más práctica y aparece por vez primera, hasta donde yo sé, el vino blanco. Símbolo de riqueza, poder y lujo, el vino blanco se servía en copas de cristal en las casas de los nobles, mientras que el tinto se servía en las tabernas populares.

En el Nuevo Testamento aparecen dos citas fundamentales en la historia del vino. La primera (Juan 2:9s): “Jesús suministró ciento veinte galones de vino en las bodas de Caná”. La segunda: “Jesús usó vino en su última cena con los discípulos”. Esto último fue determinante para la expansión de la cultura del vino al Occidente.

Simon_Ushakov: La última cena

A partir del primer siglo después de Cristo, los judíos cristianos, perseguidos en Israel por los romanos y los judíos ortodoxos, emigraban también en masa a Roma, persiguiendo, como los griegos, el “sueño romano”. Y fueron muchos que se infiltraron en el pueblo, se desarrollaron y tomaron poder. Con ello, llevaron también a Roma la cultura del vino, pues por su liturgia estaban obligados a hacerlo: en cada misa debía de consagrarse  el vino para convertirlo en la sangre de Cristo.

A las conquistas militares de Roma iban romanos originarios y cristianos y así llevaron la cultura latina, la religión cristiana y el vino a la Iberia (7) (Portugal y España), a las Galias (7) (Francia) (de donde tomaron el uso de madera para las barricas de vino), a Germania (7) (Alemania), Rumania (7) e Inglaterra (7). Después, como mil doscientos años después, se llevó toda esta cultura a América, Oceanía y muchos lugares más, imponiéndola a sangre y fuego.

Aquí me quedo por hoy.