Como producto de una
sociedad, la música clásica ha evolucionado con ella, y aunque conserva algunas
estructuras inamovibles, es claro que la del año 1600 es diferente a la de
nuestros días. Tales diferencias han establecido características propias en distintas
épocas, y así se distingue la música barroca, la del período clásico, el
romanticismo y el modernismo. Superponiéndose y haciendo transiciones entre
estas épocas, hay otras corrientes, como el impresionismo o el neoclasicismo,
que reclaman una personalidad propia.
 |
Palacio Clavijero en Morelia Ejemplo característico del barroco tablerado |
La música barroca surgió
en Italia. Así se llamó por coincidir en tiempo con el arte barroco en las
artes figurativas, pero el nombre es posterior a las obras a las que se aplica.
Sin embargo, es notable el paralelismo entre el estilo concertante, que es la
característica primordial de esa música, y el barroco de la arquitectura, la escultura y las
artes plásticas. El estilo surgió de alternar las voces con los instrumentos
sin orden determinado; busca el contraste cuando alterna coros, solistas,
maderas y cuerdas. Esto le da suntuosidad y elegancia, signos que caracterizan
también al estilo barroco en las artes plásticas.
 |
Antonio Vivaldi 1678 - 1741 |
La música barroca
nació entre 1550 y 1600, con Palestrina y Monteverdi. Recogieron el motete de
la iglesia y el madrigal profano, les dieron personalidad a las voces y enriquecieron
el coro con la exuberancia instrumental de las orquestas nobles del norte de
Italia, fertilizando así el terreno para que, en Florencia, surgiera la ópera,
que es el mayor invento del barroco. El mismo concepto, aplicado a la música
instrumental, dio origen al concerto
grosso, padre de los actuales conciertos, donde un instrumento solista
concierta un diálogo con el conjunto. Casi trescientos de estos hizo Antonio Vivaldi
para casi todos los instrumentos conocidos en su época, enriqueciendo la
armonía como nunca antes se había hecho y haciendo bello el basso continuo, sistema rítmico
indispensable para llevar el tiempo en una época en que la notación musical era
muy deficiente.
De los elementos
de la música, en la época barroca predomina la armonía, que es riquísima. La
melodía es espléndida, pero sólo de motivos y no de temas completos. El ritmo
no es muy variado y la dinámica estaba por inventarse. Dirían los técnicos
que es una música armónico-melódica.
 |
Johann Sebastian Bach 1685 - 1750 |
La música barroca
tuvo otro gran polo de desarrollo en Alemania, donde su mejor exponente fue
Johann Sebastian Bach. El espíritu místico y gregario de la reforma luterana,
creó para la iglesia las cantatas y oratorios, de los que Bach hizo más de
doscientos, y hay quienes piensan que la Pasión
según San Mateo es la obra máxima del barroco. Como dijeran los modernos,
es una obra de arte colectivo, sin individualidades. Y siguiendo los mismos
principios, en la música instrumental no había concerti grossi, sino suites, colecciones de danzas antiguas,
armonizadas con la riqueza de la época, y que habrían de terminar en las
modernas sinfonías.
Es claro que la
música barroca se dio también en Francia, en España y en la Nueva España. De
esta, hay bellos ejemplos en el archivo del Conservatorio de las Rosas.
 |
Georg Friedrich Haendel 1685 - 1759 |
La cumbre final del barroco fue alemán de nacimiento, inglés por adopción e italiano por educación y el calor de su música. Me refiero a Georg Friedrich Haendel, quien pudo conjuntar en su obra la gravedad sajona y la luz del Mediterráneo. Su muerte en 1759, marca el fin de la época barroca de la música. Su herencia la constituyen varios cientos de obras, entre las que destacan cincuenta óperas, número igual de oratorios y música religiosa y numerosos concerti grossi. Habemos quienes pensamos que El Mesías de Haendel es la pieza cumbre del barroco.
En fin, la época barroca de la música duró algo más de ciento cincuenta años. Aportó al arte la ópera, la riqueza de la armonía, las bases del concierto y la sinfonía y el encanto fascinante de un arte del que no podemos desprendernos cuando lo hemos conocido.