Desde tiempos inmemoriales, a los niños que cursamos la educación primaria en los países del mundo que llamamos occidental por su cultura (Europa, América, el cercano Oriente en Asia, Oceanía y los países periféricos de África), nos han enseñado los cinco sentidos; no nos explican gran cosa, probablemente porqué los maestros no lo tienen claro. Un poco más avanzados en nuestra escolaridad, secundaria o bachillerato, nos dicen que son los sistemas orgánicos que nos mantienen informados de las condiciones exteriores a nuestro organismo y nada más y nos recuerdan que nuestros sentidos son cinco: vista, olfato, oído, gusto y tacto. No se crea que en los estudios profesionales de los que estudiamos medicina en México en los años cincuenta del siglo pasado, nos enseñaron mucho más. Yo no sé que sucede en los países del Extremo Oriente (China, Japón, las Coreas), en la India, en los países árabes o en las naciones del África subsahariana, el África Negra.
El concepto de los CINCO SENTIDOS fue introducido al conocimiento universal por Aristóteles alrededor del año 350 a. C. en su tratado De Anima (Acerca del Alma), que puede describirse como una biopsicología, una explicación biológica de las funciones mentales, a cuya totalidad él le llamaba alma; puede ser que siga siendo un buen nombre.
El tratado consta de tres libros, el segundo de los cuales es el más extenso, el más biológico y en el que, en cinco capítulos, están descritos los cinco sentidos en el siguiente orden: vista, oído, olfato, gusto y tacto, entendiéndolos como sistemas que llevan información de las condiciones del medio externo a centros que los procesan y generan respuestas inmediatas o conocimientos a guardarse en la memoria. No se atreve a emitir principios anatómicos, pero deja claro que existen.
Este colmo de sabiduría fue vigente hasta mediados del siglo XIX y en la actualidad se conocen los detalles anatómicos en los que se asientan esta funciones cognitivas. La entrada del 30 de noviembre del 2020 de este blog se llama "¿Es acaso que vemos con los ojos?" y en ella se describen en detalle las vías anatómicas completas del sentido de la vista. La del 28 de diciembre del mismo año, "¿Es entonces que el fútbol se juega con los pies?" trata en parte del mismo asunto en relación con varios otros sentidos.
En resumen, los sentidos no son muy complejos. Se inician en receptores periféricos especializados en cada variedad de sensación: las células olfatorias del techo de la nariz, los conos y bastones de la retina en los ojos, los mechones nerviosos en las papilas gustativas de la lengua y el paladar, las células ciliadas del órgano de Corti en el oído interno para la audición y mecanoreceptores en la piel para el tacto y la presión. Lo ahí recogido continúa por fibras nerviosas aferentes (dendritas) hasta entregar la información en el cuerpo celular, ahí se procesa y se envía por el axón de la neurona hasta núcleos sensitivos específicos en la médula espinal para el tacto y en el tronco encefálico para el gusto y el oído, en el tálamo para la vista y en la corteza cerebral directamente en el caso del olfato. En los núcleos medulares o encefálicos, se reprocesa la información, se afina y se envía a las áreas de la corteza cerebral correspondientes, donde la sensación se hace consciente y se modifica para generar acciones reflejas inmediatas o información capaz de guardarse en áreas de memoria también correspondientes.
No hay referencia alguna de otro sentido antes del siglo XX, pero a partir de él y en este, las referencias ya son muchas y ha quedado claro que a los cinco sentidos de Aristóteles hay que agregar otros cuatro, entre ellos el dolor, del cual no me explico como se le escapó a ese culmen del pensamiento humano. Estos cuatro, y parece ser que no hay más, son el dolor, la termoestesia (el reconocimiento del frío y el calor), la propiocepción (sentido de posición) y la orientación espacial, mal llamada equilibrio, ya que éste es una respuesta refleja y no un sistema de información. Todos ellos están organizados conforme al mismo esquema anatómico - funcional de los primeros cinco: receptores periférico especializados, una primera vía aferente (dendrítica) que lleva la información a la primera neurona sensitiva localizada en un ganglio periférico, una segunda vía aferente (axonal) que la lleva hasta núcleos especializados en la médula espinal o en el tronco encefálico (sistema nervioso central), de donde es recogida por una tercera neurona hasta el tálamo, enorme núcleo sensitivo que se encarga de analizarla, procesarla, ajustarla y hacerla llegar a las áreas sensitivas especializadas de la corteza cerebral, donde es reconocida, interpretada y modificada para generar acciones reflejas inmediatas o guardarse en la memoria.
El dolor y la temperatura (frío o calor) tienen vías idénticas de principio a fin; lo único que varía son los receptores periféricos, que genéricamente se llaman nociceptores, pues el dolor y los extremos de frío y calor pueden ser nocivos para la salud y la vida misma. Es por esto que hay quien propone que el dolor y la temperatura se agrupen en un solo sentido, la termoalgesia. Habemos muchos que pensamos lo contrario, pues si el concepto de sentido es subjetivo, una cosa es sentir el dolor y otra cosa es sentir la temperatura.
La propiocepción o sentido de posición es el conocimiento que tenemos de la posición relativa de nuestros miembros, como un todo o sus partes, en relación a nuestro eje corporal. Sus receptores periféricos están en los músculos y los tendones, sus primeros núcleos son bulbares y, después del obligado relevo en el tálamo, termina la vía en la corteza del lóbulo parietal contralateral del cerebro.
Finalmente, el sentido de orientación espacial es el responsable de que nos demos cuenta de la posición de nuestro cuerpo total en el espacio tomando como relación el plano de la tierra. Saber, sin verlo, si estamos perpendiculares a ella, paralelos u oblicuos y en qué sentido y magnitud de la oblicuidad. Sus receptores periféricos son las células de Scarpa en los conductos semicirculares y el sáculo y el utrículo, todos en el oído interno y vecinos de los receptores del sentido del oído.
Este sentido, junto con la propiocepción, es el responsable de la información que permitirá los perfectos movimientos de nuestra totalidad corporal. Serán los inductivos de la eferencia maravillosa que es el equilibrio, pero NO son el sentido del equilibrio.
Creo que no hay más sentidos que descubrir y describir; con estos nueve basta y ninguno sobra.