Pocos días después de la muerte de Ludwig van Beethoven, ocurrida en Viena el 26 de marzo de 1827, en su desordenado departamento se encontró una carta que se ha constituido en el documento más enigmático de los que legó a la posteridad. Una carta autógrafa sin lugar de remitencia y fechada “6 de julio, por la mañana”. Una segunda parte de la carta añade que es un lunes. No trae año ni el nombre de la destinataria, pero en el cuerpo del texto dice: “… mis pensamientos van hacia ti, mi amada inmortal”. El estudio de esta carta ha consumido muchísimas horas y mucha tinta de excelentes pensadores, para identificar a la “amada inmortal”. Ensayos, novelas y películas se han hecho.
La vida amorosa de Beethoven es un gran enigma. Amó intensamente a muchas mujeres, pero siempre escogió, como objeto de su amor, mujeres prohibidas por la diferencia de clase social o por estar casadas. Se sabe que varias le correspondieron o por lo menos propiciaron el cortejo, pero Beethoven "decidía consagrarse al trabajo cuando afrontaba la posibilidad de un vínculo permanente con una mujer" (Elliot Forbes). Freud hubiera dicho que tenía un gran "superego", pues en aquella época en Viena ya nadie se asustaba por las parejas irregulares.
Sus amores siempre fueron muy discretos y de nada hay una certeza absoluta, pero por el tenor de algunas cartas se infiere que mantuvo relación de amantes con algunas de estas señoras. Pero la carta famosa no trata de un juego amoroso; es un estallido incontrolado de sentimiento apasionado, de tono exaltado, el pensamiento confuso y una sobrecarga de emociones conflictivas.
Fotografía del original de la carta a la Amada Inmortal |
La identificación de “la amada inmortal” ha desencadenado varios procesos de investigación detectivesca muy estricta, que rayan en la insanía. Se han desnudado las intimidades de personas y familias tratando de romper ese anonimato que Beethoven deseó. Las búsquedas han sido poco objetivas, pues en vez de partir de una actitud neutral, cada investigador presenta su candidata y procura las pruebas que confirmen su prejuicio. Esto ocurrió desde Schindler, secretario y primer biógrafo de Beethoven en 1840, hasta Maynard Solomon (1977), reputado como uno de sus mejores biógrafos modernos. Emil Ludwig, en 1942, apenas menciona la carta en un apéndice final de su libro y no tiene candidata.
Con apoyos argumentales más emocionales que objetivos, han, sido presentadas con el título de “la amada inmortal”, la condesa Giulietta Guicciardi. Era la candidata de Schindler, que pronto tuvo que desdecirse. Teresa von Brunsvik, una fuerte competidora, y su hermana Josephine, con pocas posibilidades. Giulietta Teresa Malfatti, Magdalena WilImann, Amalie Sebald y Bettina Brentano von Arnin han tenido sus caballeros defensores. Maynard Solomon sostiene que “la amada inmortal” es Antonie Brentano, de soltera llamada Antonie von Birkenstock, y a quien Beethoven dedicó su inmensa obra 33 Variaciones sobre un vals de Diabelli. Es curioso que toda la objetividad de Solomon durante el desarrollo de su biografía, la pierde cuando defiende el derecho de Toni Brentano a ser “la amada inmortal”. Finalmente, el director de la película Immortal beloved, Bernard Rose, plantea por primera vez en la historia de las historias de Beethoven, que “la amada inmortal” haya sido la cuñada, la aborrecida Johanna, esposa de su hermano Caspar y madre del famoso sobrino Karl, al que Bernard Rose hace aparecer como hijo de Ludwig van Beethoven. Es difícil que esto sea verdad, pero es posible, pues de nada hay certeza.
Independientemente de quien haya sido “la amada inmortal”, la carta tiene un enorme significado en la vida amorosa de su signatario. Beethoven fue rechazado por muchas mujeres. Magdalena Wilmann lo menospreció porque “era feo y estaba medio loco”; la Guicciardi prefirió un amante tonto y superficial; Julie von Vering escogió a Von Breuning; la condesa Erdôdy lo hirió prefiriendo “al criado antes que al amo”; Teresa Malfatti nunca respondió a las atenciones del músico; Bettina Brentano le coqueteó sin revelar que estaba enamorada de Achim von Arnim, con quien pensaba casarse; Josephine Deym le exigió un amor platónico, y cuando Beethoven aceptó la espiritualización del vínculo, ella lo dejó por el conde Wolkenstein; y una campesina a la que Beethoven seguía, prefería a los muchachos campesinos.
Es cierto que Beethoven tenía actitudes ambivalentes hacia las mujeres y el matrimonio, pero es evidente, también, que tantos rechazos, algunos de los cuales fueron verdaderas traiciones, tuvieron un efecto acumulativo devastador en su orgullo. Por lo tanto, el asunto de “la amada inmortal” fue maravilloso, pues se trató de una mujer que lo aceptó totalmente como hombre, que le dijo que era su amado y que lo hizo sin reservas. El amor que ella le profesó determinó que se manifestara su capacidad reprimida de expresar amor a una mujer. Una mujer le concedía amor y se proponía arriesgar la condenación de la sociedad para convivir con Beethoven.
Por consiguiente, tenía la oportunidad de convertir en realidad sus deseos conscientes y explícitos de matrimonio y paternidad. Pero el amor tuvo que luchar contra los esquemas y los hábitos arraigados de una vida. La intensidad de la carta a “la amada inmortal” proviene de la profunda sinceridad con que refleja este conflicto íntimo. Es un documento en el cual la aceptación y el renunciamiento luchan por prevalecer.
¡La carta nunca fue depositada en el correo!