Con motivo de la Navidad, el mundo cristiano ha hecho una fiesta continua de la segunda quincena de diciembre; en México va más allá, con el puente de Guadalupe a Reyes. El comercio la adelanta otros quince días y todo cambia en nuestras vidas. Algunos trabajan más y otros menos que de costumbre. Las calles se visten de gala y de frío, aún en el trópico o en el hemisferio austral. Nuestras casas se adornan, ya sea con motivos sajones o con el tradicional nacimiento. Se gasta en regalos y los sentimientos de los hombres se vuelven de bondad. Y por supuesto, cambia la música. Hace no muchos años se escuchaban en la calle, en los centros comerciales, en las estaciones de radio y de televisión, los villancicos centroeuropeos en versiones y lenguas diferentes, pero también los preciosos españoles y las canciones norteamericanas. Poco se escuchaba la música navideña mexicana, de la que Oscar Chávez rescató ejemplos muy bellos hace tiempo. Ahora se escucha casi nada de esto.
Hay grandes obras de música clásica escritas para estas fechas. Pronto se me vienen a la cabeza El Cascanueces de Tchaikovsky, el Oratorio de Navidad de Bach y El Mesías de Haendel. Platicaremos un poco de ellas.
El Cascanueces de Piotr Ilich
Tchaikovsky (1840-1893) es un ballet clásico, de números, sobre un cuento de Hoffman.
Trata de un sueño infantil en que los juguetes cobran vida y el héroe es un cascanueces
fantástico, en figura de soldado, que era uno de los regalos de Navidad. La música,
por lo menos en partes, es conocida de todos. Es ligera, fácil y quizá
demasiado convencional, pero es bella y justa
para el ambiente festivo de la época. Las grandes ciudades con compañías
de ballet permanentes suelen ponerlo cada año por estas fechas. Así se hace en
la Ciudad de México e ignórolo en otras ciudades del país.
El Oratorio de Navidad de Johann Sebastian
Bach (1685-1750) es una obra muy controvertida.
Fue compuesto para las fiestas eclesiásticas de Navidad, desde el 25 de
diciembre hasta la Epifanía de 1734 a 1735. Es una parodia en el sentido
musical del término, pues está hecha usando partes de otras tres cantatas del
mismo autor, ordenando los textos conforme a la cronología de los Evangelios y dotándola
de nuevas oberturas y recitativos, así
como fragmentos instrumentales que permitieran alargar la obra para tocarse en
forma fragmentada durante todas las fiestas de esa temporada. No es de las creaciones
más afortunadas de su autor, pero se puede escuchar cada año, por estas fechas,
en las iglesias luteranas de Alemania.
El Mesías de Georg Friedrich Haendel
(1685-1759) compite con la Pasión según San Mateo de Bach
por ser la obra cumbre de la música barroca. Es de proporciones grandiosas. En sus tres partes, los misterios de la
Natividad, la Resurrección y la Ascensión, sus cincuenta y tres fragmentos y
casi tres horas de duración, resume, en ingles
antiguo, toda la teología de Cristo. Explota todas las posibilidades instrumentales,
vocales y musicológicas de la época, y es una apoteosis de la armonía y la
polifonía del barroco tardío. Tradición inglesa es que toda ciudad que tenga modo
de hacerlo, ponga la obra en Navidad. Y el pueblo llena teatros e iglesias con
espíritu cristiano y amor por la música. El Aleluya se escucha de pie,
repitiendo el homenaje que el rey Jorge II ofreciera a Haendel. Se pone en
México con frecuencia.
Dicen que quien gusta de la música
no puede ser malo. Para ustedes, que gustan de ella, mis mejores deseos de un año
2023 próspero y sin demasiados sobresaltos.