La entrada de hoy, entrada de lunes de este blog, estaba dedicada al vino. Pero no puedo postergar el manifiesto de mi indignación, tristeza y preocupación ante la grave contingencia ambiental que estamos viviendo: ARDE MORELIA.
Estamos en la temporada más seca y calurosa del año; falta casi un mes para que llueva; se siente en la piel, al respirar y cansa mucho. Esto también facilita los incendios, que ahora son endemia en nuestro valle, donde reside nuestra hermosa ciudad. No hay para donde voltear; el poniente, el norte y el oriente están iguales. Antorchas son sus cerros en las noches, humeantes sus montañas en el día. Enfermos estamos los morelianos, del cuerpo y del alma.
Enfermos del cuerpo porque el humo lesiona nuestros pulmones y envenena nuestra sangre. Enfermos del alma porque sabemos que los incendios de estos nuestros bosques son por maldad humana; son intencionales, patrocinados por negociantes de diversas ramas que pretenden cambiar el uso de los suelos para su beneficio económico personal. Ahora que la pandemia por el CoViD-19 tiene a tanta gente sin trabajo y en pobreza, fácilmente encuentran quienes se presten a quemar nuestros viveros vitales.
Las "bellas" fotografías de atardeceres incendiarios de Morelia que les muestro, solo se consiguen en situaciones de enfermedad urbana como la que padecemos. Es un sol muy rojo y un manto negro a sus lados; el humo mortal.
En el día, los cerros del poniente no se ven; el mismo humo maligno los oculta.
Son atardeceres de humo, calor y asfixia; de enfermedad y de muerte.
¿Permaneceremos impávidos y haciendo nada nosotros los ciudadanos y nuestras autoridades?