Acerca de mí

Mi foto
Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

Seguidores

Archivo del Blog

lunes, 25 de agosto de 2025

EL CLUB DE LAS QUINTAS.





Esta entrada fue escrita hace bastantitos años, durante un viaje en autobús de pasajeros,  regresando de las Tierras Altas de Veracruz a Morelia, donde entonces vivía yo y trabajaba. Nunca se publicó y recién la encontré en mis archivos informáticos olvidados. Francamente me gusta y me siento en la obligación de compartirla.

La escribí porque viajaba yo solo y hubo tiempo suficiente para pensar en muchas cosas y también para escuchar música, de la que se puede cargar en una memoria informática. En esa memoria traía y escuché durante el largo viaje, el Club de las Quintas, que son las cinco quintas sinfonías que han alcanzado fama e incluso popularidad, lo que es timbre de orgullo en la música clásica. En orden cronológico, la Quinta Sinfonía de Beethoven, la Quinta Sinfonía de Schubert, la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, la Quinta Sinfonía de Mahler y la Quinta Sinfonía de Shostakovich. Podrán gustarnos unas más que otras o alguna de ellas parecernos sin merecimientos suficientes, pero esas son las cinco de mi Club de las Quintas.

                                      * * * * * * * * * * * * * * * 

La Quinta de Beethoven (1806) es la más famosa y la única verdaderamente popular. Aunque no sepan de donde es, todos conocen el ta ta ta tann de la introducción y siempre se asocia a algo dramático. Se ha dicho que esas cuatro notas eran el llamado del destino a la puerta de Beethoven, aunque él nunca dijo eso. Pero es una obra dramática que sugiere, toda ella, la lucha y el triunfo de un héroe joven por una buena causa, más personal que social. No hay sangre derramada sino triunfo jubiloso y definitivo.

La Quinta de Schubert (1816) es angelical o mozartiana, que, en tratándose de música, estos términos son sinónimos. Es un regreso a la serena perfección del clasicismo, es sencilla, clara y luminosa como el alma de su autor y con el patrón melódico romántico, único e inconfundible de Schubert. Es obra de un alma joven, generosa y optimista.

La Quinta de Tchaikovsky (1888) es el colmo del romanticismo, que por momentos busca ser heroico y casi siempre es desgarrado. Pero en todo momento es lucidor y emotivo, sobre todo si el oyente es joven. No hay adolescente inducido al gusto por la música clásica que no se emocione brutalmente cuando entra el tema final, marcial y grandioso. Y algunos viejos, que ahora renegamos de lo empalagoso y superficial de Tchaikovsky, debemos reconocer que entramos a la buena música por la puerta grande de la Quinta de Tchaikovsky.

La Quinta de Mahler (1902) es todo un caso, como Mahler mismo lo fue. Judío converso al catolicismo, parece que lo fue más por conveniencia sentimental y de trabajo que por convicción. Toda su vida fue de incertidumbre religiosa, sentimental y de trabajo. Su obra lo desnuda y muestra los vaivenes emocionales a lo largo de su vida. Sus primeras sinfonías son optimistas y hasta heroicas; las intermedias son idílicas; las últimas son trágicas. La Quinta es intermedia y no es de las más logradas como un todo, pero tiene un cuarto movimiento, lento, Adagietto, que él solo hace de esta sinfonía la más gustada por el gran público. Es de suavidad, ternura y emotividad increíbles e inolvidables.

La Quinta de Shostakovich (1937) compite en dramatismo y trascendencia con cualquier sinfonía de cualquier autor que se le ponga enfrente. La obra de Shostakovich no sólo es hermosa, altiva y dramática; es también, y más que nada, un manifiesto de libertad que reta a la opresión y a la censura de cualquier tipo, aceptando en ello el riesgo incluso de la vida. Es la más joven y la reina de las Quintas.