El viernes pasado, 17 de febrero, estuve en la Sala Tlaqná, en Xalapa, en el
concierto de viernes por la noche de la temporada regular de la Orquesta
Sinfónica de Xalapa (OSX); el motivo, la Tercera Sinfonía de
Mahler bajo la dirección del maestro Martin Lebel.
![]() |
Gustav Mahler |
La Tercera Sinfonía
de Gustav Mahler (1860-1911) data de 1896, su mejor época, emocionalmente
hablando. Había superado (o por lo menos así parecía) los conflictos
religiosos, sociales y sentimentales de su juventud y estaba en plenitud
física, laboral y emotiva. Se comía el mundo a puños y su Tercera Sinfonía
es la justa expresión de esa cumbre vital que había alcanzado. La obra es muy
larga, dura cerca de cien minutos, pero apenas caben en ese tiempo tantas ideas y
tanta música; está sobrada de optimismo y de vitalidad sensible y no es
heroica. No es el poema épico de una lucha o una victoria, es el manifiesto de
su enorme suficiencia y de su felicidad a través del amor. Los nombres de los
seis movimientos lo dicen todo: 1. Pan ha despertado, llega el verano (Pan, el
dios Pan, es Mahler, por supuesto), 2. Lo que las flores me dicen, 3. Lo que me
dicen los animales del bosque, 4. Lo que el hombre me dice, 5. Lo que me dicen
los ángeles, 6. Lo que me dice el amor. Vale anotar que estos títulos, con los
que fue estrenada la obra, posteriormente Mahler los retiró y sólo dejó
indicaciones de tiempo y modo.
El primero (Potente
y decidido) es una forma sonata, la más compleja que jamás se haya escrito.
El tema principal es recurrente y dominante, es el dios Pan. Hay un pasaje
melódico a cargo del trombón, verdaderamente inolvidable y el movimiento
completo desborda optimismo por su tiempo y su orquestación, de las más ricas
que se hayan usado en una sinfonía, con gran cargo a los metales, donde se
presenta un coro de nueve cornos. El segundo (Tiempo de minueto) es un
hermoso lied (porque de minueto sólo es el tiempo) de melodías asaz
serenas cuanto hermosas. El tercero (Cómodo y juguetón) es una larga
pieza bucólica cuyo tema principal, muy lírico y romántico, corre a cargo de
una trompeta fuera de escenario, se repite y se repite, permitiendo, entre las
repeticiones, brotes irrefrenables de entusiasmo y euforia. El cuarto (Muy
lento y misterioso) se refiere al hombre mismo, al hombre de Nietzche, al
superhombre “que quiere la eternidad”. Utiliza un texto del propio Nietzche
que canta una mezzosoprano en una melodía larga y
misteriosa. El quinto (Vivaz y con ánimo) vuelve a pedir la voz humana:
un coro femenino, uno infantil y la mezzosoprano, para expresar las complejas
ideas religiosas y trascendentes que Mahler se había hecho en un sincretismo judaico,
católico y esotérico. El texto es de esa antigua colección alemana que se llama
El cuerno mágico del doncel; claramente suena, en la música de Mahler,
extraterreno; alguien diría que celestial. Finalmente, el sexto (Lento,
tranquilo, con expresión) es la apoteosis del amor que, a la usanza
wagneriana, se prolonga enormemente en un éxtasis creciente de intensidad que
parece que nunca terminará; es el amor de Mahler, que nunca terminó. Larga es
la obra y enorme la orquestación, exigiendo los máximos extremos sonoros a los
alientos, la mayor suavidad y emoción a las cuerdas y la potencia y decisión a
las percusiones.
Esa es la Tercera Sinfonía de Mahler, que nos presentó el pasado viernes la OSX. Estuvieron la mezzosoprano Harumi Castro, el Coro infantil del Instituto Superior de Música del Estado de Veracruz, la Sección femenina del Coro de la Universidad Veracruzana y la dirección magistral, sentida, emotiva, perfecta y apasionada del maestro Martin Lebel. La orquesta respondió, entregada a buscar la perfección técnica, obteniendo un resultado final de brillo, emotividad y grandeza extraordinarios.
Al final, aplauso sentido, flores para la solista y primeras damas de la orquesta y nosotros saliendo con una sensación de plenitud espiritual y de identificación total con lo mejor del ser humano: el arte y el amor.