Sí, a los 86 años tengo COVID. Eso no es correcto y esta entrega es un reclamo a la vida por ello. Nací en 1937 de una familia clase media en una ciudad capital de estado en el centro del país. Pronto, antes de cumplir yo tres años, fuimos a dar a la la Ciudad de México y de ahí soy. Sé de algunas enfermedades que tuve en mi infancia, que eran entonces las obligadas: varicela (viruela loca), sarampión, tosferina y recibía las vacunas que entonces se usaban: contra la viruela e ignoro si contra alguna otra enfermedad. La pandemia de 1918, gripe española o trancazo, se considera una de las pandemias más devastadoras de la especie humana, pues en sólo un año mató entre 20 y 40 millones de personas e incluyó una alta mortalidad infantil. A mí no me tocó, pero a mi antecesores inmediatos, sí; no murieron y por eso yo nací.
De 1949 a 1955 se dio la terrible epidemia de poliomielitis, que afectó más a América que a Europa. Con la última vacuna del 55, se terminó para siempre en América. Todavía en clase de neuropatología, hay maestros que la ponen como modelo de enfermedad de neurona motora inferior y ellos mismos nunca la conocieron. Cuando en 1955 tuve una apendicitis infecciosa aguda, la primera sospecha diagnóstica fue poliomielitis, no sé porqué. Me hicieron apendicectomía en la noche y aquí estoy bien, de eso.
Los primeros 20 años del milenio 2000, los virus nos trajeron atareados con la influenza aviar. Es una enfermedad por virus influenzae que afecta fundamentalmente a aves, pero se da en humanos contagiados por las aves. El control epidemiológico ha sido muy efectivo y los casos humanos ya son excepcionales; de cualquier modo se recomienda una vacunación anual. Yo nunca me la he puesto y aquí estoy y bien, aunque soportando críticas y regaños de compañeros de trabajo. Ya me convencieron de que me vacune.
He vivido epidemias, pero nunca me había enfermado. Era yo un Superman para eso y así llegamos a fines del 2019, cuando nos llegó desde China, pasando por el Medio Oriente e Italia, la Europa Occidental, los Estados Unidos y luego "todo el mundo", una nueva y mala enfermedad, CoViD-19, que afectaba las vías respiratorias en forma grave hasta la muerte por asfixia. Es una enfermedad por virus y se culpó de ella a los murciélagos, que al parecer eran sus huéspedes habituales y antiguos. La mortalidad total y final fue altísima en todo el mundo. Las cifras reportadas no alcanzan la mortalidad de la influenza de 1914, pero hay analistas que piensan que las cifras actuales están muy maquilladas. Esto aplica a México
Las medidas precautorias se tomaron de inmediato y mandaron aislarnos, no trabajar ni ver a alguien más del grupo familiar nuclear. Esto duró un año y muchos nos apegamos estrictamente a ello. En eso aparecieron las vacunas, también nos vacunamos. y finalmente, después de tres años la hicimos. No tuvimos pérdidas familiares que lamentar y sobrevivimos con buena salud mental. Aunque volvimos a una vida "normal", ya nunca fue la misma; tenía un cierto elemento de castración psíquica. Y bueno... en ese momento se dio nuestro cambio de residencia a las Tierras Altas de Veracruz, rompiendo para siempre con el Altiplano Mexicano en Michoacán.
De esto es ya casi año y medio y aquí encontramos una situación parecida a la que dejamos. No había restricciones e incluso ya no era obligatorio el cubrebocas en ningún lugar. Mi esposa completó una dosis de vacuna que tenía pendiente y yo reanudé mi labor académica con mi clase de neurología para estudiantes de cuarto de medicina. Nuestra actividad cultural se centró en la música, y la actividad física que nos mantiene en forma es la caminata diaria. Hay más cosas, pero ahí lo dejo.
De repente todo se descompuso. Hace tres semanas y tres días, mientras normalmente daba mi clase, súbitamente dejé de hacerlo, pues me ahogaba yo al hablar y era severo y alarmante. Tenía dificultad para respirar, había perdido el sabor de la comida y tenía tos. Nunca fiebre ni corazón aprisa.
Me di cuenta que tenía CoViD y tomé las medidas necesarias para estarme checando y correr a un hospital capacitado en caso de que me bajara la saturación periférica de oxígeno. Nunca pasó esto y unos días después fui a que me tomaran muestra de exudado nasal alto para un diagnóstico inmunológico; fue positivo para CoViD y negativo para influenza. No tomé tratamiento alguno, porque no lo hay, y seguí igual, ni mejor ni peor, hasta hace unos cinco días en que empecé a mejorar claramente, pero no estoy sano; sigo con síntomas, ya no soy contagioso y ahí la llevo. No sé cuando podré reanudar mis clases a distancia ni cuando me volveré a sentir bien, si acaso esto sucede.
Y aquí es donde le reclamo a la vida: ¿Porqué me trata mal ahora que soy viejo? Nunca la he ofendido, siempre la he amado y respetado. Nunca he atentado contra ella, ni en mí ni en algún otro ser animado; he procurado embellecerla para ambos disfrutarnos más. Vivo con ella para compartir amores y bellezas, no tristezas o dolores. Este CoViD no fue casual, fue intencional por ella y no entiendo porqué.
Vida mía, aquí sigo y seguiré contigo. Nunca intentaré algo malo contra ti. Mejor sigamos bien, que bien la hemos hecho muchos años. Yo lo quiero y tú lo puedes. Amén.