![]() |
He
mencionado que hay equivalencias entre la música y el lenguaje verbal,
recordando que un sonido en la música es comparable a un fonema, un melisma es
lo que una sílaba, un motivo es una palabra y un tema es una frase. Y así como el
lenguaje verbal tiene áreas determinadas del cerebro para integrarse,
entenderse y emitirse, la música también las tiene.
Pero ¿qué dice la
música? le preguntaron sus hijastros a María en aquella deliciosa comedia
musical que se llamó La Novicia Rebelde. Entonces ella le puso palabras
a la música y los niños entendieron. Pero ese no es lenguaje musical, es de las
palabras, dichas en un tono y puestas en una melodía y un ritmo. El lenguaje de
la música no necesita de vocablos. Cuando los usa, tal arte se llama canto y su
mensaje es verbal.
El mensaje musical
más fácil de entender es el de la música programática, es decir, aquella que
quiere expresar con sonidos musicales, imágenes visuales o ideas. Por supuesto
que el autor tiene que decir, en el título de la obra o en alguna nota aparte,
que significa su música, pues salvo la imitación de sonidos de la naturaleza o
los disparos de cañones, nadie puede decir con música que el cielo es azul o
que el autor es desdichado.
La música de
programa es reciente. No hay evidencia de ella antes del siglo XVI. En la época
barroca hay que recordar principalmente a Vivaldi, con su muy famoso ciclo de
conciertos Las Estaciones. Cada uno de ellos trata de describir el
paisaje y el estado de ánimo en la primavera, el estío, el otoño y el invierno.
Entendemos el mensaje porque conocemos el título y hay quien conoce los
sonetos descriptivos de cada obra. En sus conciertos de flauta La Tempestad
de Mar o El Pinzón, imita sonidos de la naturaleza.
Durante la época
clásica no se dio bien la música de programa y los nombres que tienen las
sinfonías de Haydn fueron arbitrariamente puestos por sus editores, no por él.
La Sinfonía No. 45, “Los
Adioses”, dijo algo en un momento determinado, pero no con las notas, sino
con la salida progresiva de los músicos. Es cierto que Beethoven hizo música de
programa y el ejemplo mejor es su Sinfonía Pastoral, pero entonces ya
era un romántico.
Pues es en la
romántica, aunque no en la temprana, cuando esta música cobra su auge mayor. Es
la época de los sueños de amor, de las músicas incidentales, de las sinfonías
fantásticas, de las flores que algo le dicen a Mahler y de ese colmo y cumbre
de la música de programa que es Cuadros de una exposición de Mussorgsky.
Y tanto la hemos oído, que creemos poder trocar a nuestro lenguaje el de la
música y así saber si un autor era feliz o desgraciado cuando escribió tal o
cual obra.
Pero eso no es
posible. La música absoluta, que es la mayoría de la música de arte, no se
puede traducir a lenguaje verbal. ¿Qué quiere decir esa música?, le preguntaron
a Beethoven acerca de su Sonata Opus 57,
Appassionata. Como única respuesta se sentó al piano y toco los ocho
primeros compases de ella. Es que la música no es un relato, no es una pintura,
no es una filosofía. Por ser una forma especial del pensamiento, la música nada
puede expresar fuera de sí misma. Cuando así la entendamos, habremos llegado a
ella, más allá de la fe, de la ciencia y de la razón; con el sentimiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario