El síndrome de las piernas inquietas es un trastorno neurológico caracterizado por sensaciones desagradables en las piernas (menos frecuente en los brazos) y un impulso incontrolable de moverse y andar cuando se está descansando, en un esfuerzo del paciente de aliviar estas sensaciones. Son los "andadores nocturnos".
Algunos autores opinan que este trastorno pudiera afectar a un 10 por ciento de la población mundial, y sus causas son desconocidas hasta el momento. Un porcentaje pequeño de estas personas es diagnosticado correctamente. No se trata de una enfermedad grave, que sea causa, per se, de muerte, pero sí de terribles desasosiegos que disminuyen la calidad de vida del paciente y de aquellos que le rodean. Si no se tratan pueden devenir en crisis nerviosas y depresión. Con el objeto de aliviar, compartir y mejorar la convivencia se han creado en cada país asociaciones específicas.
Una revisión reciente concluye que se
trata del segundo trastorno del movimiento más frecuente relacionado con el gluten. El gluten proviene de algunos cereales de invierno,
en especial el trigo, con los que se elabora pan, dulces, pastas y
diversos aditivos, presentes en una gran cantidad de productos alimenticios
elaborados. Estos se
desarrollan independientemente de la presencia de síntomas de lesión intestinal.
Más de la mitad de las personas mejora si se retira por completo el gluten de
la dieta, sin necesidad de ningún otro tratamiento adicional.
El síndrome de piernas
inquietas está asociado con frecuencia a una deficiencia de hierro
(aproximadamente en el 20 por ciento de los casos). Los niveles elevados de estrógenos son
otra causa relacionada con la aparición de los síntomas, como ocurre durante el
embarazo. Entre los factores de riesgo se incluyen edad avanzada y el consumo
de ciertos medicamentos, tales como los antagonistas
de la dopamina y algunos antidepresivos. El tabaco
y la ingesta excesiva de cafeína o alcohol pueden empeorar los síntomas.
El marido lleva 36 vueltas a la manzana para tranquilizar sus piernas |
Se trata con diversos medicamentos que van desde la levodopa (que se usa para tratar la enfermedad de Parkinson), los dopaminérgicos, los opiáceos, las benzodiacepinas, los antiepilépticos y los suplementos dietéticos de hierro. Todos estos tratamientos son empíricos, es decir, sin base científica que sustente su utilidad.
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