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Ludwig van Beethoven (1770-1827) |
Mi relación con Beethoven y sus obras fue primero con sus obras; a través de ellas llegué a él. Se inició siendo yo niño, no recuerdo con exactitud cuan niño, quizá de diez años. Con frecuencia, a veces semanal, mi madre me llevaba los domingos a conciertos sinfónicos en el Palacio de Bellas Artes, el Teatro Metropolitan o el Palacio Chino, en la Ciudad de México. Beethoven se tocaba mucho entonces en todo el mundo, aunque no fuera aniversario, y en esas idas era frecuente escuchar sus oberturas, conciertos o sinfonías.
El primer recuerdo claro y significativo que tengo es de la Novena Sinfonía en 1949 en el Palacio de Bellas Artes, con la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por el maestro Sergiu Celibidache, músico rumano que pasó buen tiempo en México y otros países de Latinoamérica, escapando de la difícil situación de la Europa de la postguerra. Esa función me marcó emocionalmente y me indujo compulsivamente en el gusto e interés de conocer más de ese señor.
Esto se facilitó y creció por la radio. Las estaciones XEN. XELA y XEUN programaban música clásica todo el día, bastante de Beethoven, y eso enriqueció mucho mi acervo. Fueron años en que todo el tiempo que pasaba en casa escuchaba la radio en esas frecuencias. Leí la biografía escrita por Emil Ludwig que me mostró un contexto histórico y cultural del hombre y su ambiente.
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Hans Richter-Haaser (1912-1980) |
Audiciones históricas y trascendentes para mí fueron las del ciclo de 32 Sonatas para piano por el alemán Hans Richter-Haaser en seis veladas inolvidables en el Palacio de Bellas Artes. ¿Año? Alrededor de 1960.
El Concierto
para violín y orquesta con la Orquesta Sinfónica Nacional llevando como solista
a Henryk
Szeryng, polaco nacionalizado mexicano. Fue al final de los años cincuenta del
siglo pasado; confieso que tuve que sobornar al portero y escuchar el concierto
sentado en las escaleras del tercer piso, pues los boletos estaban agotados.
Años después, en 1970, hube de hacer lo mismo y estar en el mismo lugar para
escuchar el mismo concierto cuyos intérpretes no recuerdo, pero sí a mi
acompañante, mi hijo Rogelio, de apenas tres años, que en esa velada hizo su
debut como melómano. Ése también ha sido un feliz punto de referencia en mi relación
con Beethoven.
Pero poco tiempo antes
de esto último se dio, para mi esposa y yo, lo más importante en la
consolidación de nuestro conocimiento y amistad con Ludwig van Beethoven. Un
curso de apreciación musical a cargo del profesor Carlos Greull-Anders, conduciéndonos por un corredor histórico y musicológico de la obra total del
inmortal genio de Bonn. Duró año y medio y culminó en 1970, cuando Beethoven
cumplió 200 años de haber nacido. Fue viajar a Bonn para estar en el festival
por tan fastuoso aniversario y escuchar, con las mejores orquestas europeas,
las Nueve Sinfonías y otras piezas sinfónicas. Una reseña de ese evento está
en la entrada del 21 de septiembre de este blog.
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Gerhart Muench (1907-1988) |
A partir de 1971 vivimos en la hermosa Morelia, ciudad que nos ha brindado algunas experiencias significativas en relación con Beethoven. Algunas mayores corrieron a cargo del maestro Gerhart Muench, alemán que llegó a México huyendo de los horrores de la Guerra Mundial II y de la incomprensión y discriminación en los Estados Unidos. Residió muchos años en Tacámbaro y ofrecía conciertos y recitales en Morelia. Claramente recuerdo, aunque no la fecha, el Concierto para piano No. 1 con la Orquesta Sinfónica de Michoacán dirigida por el maestro Tarsicio Medina. Magnífico y con una cadenza compleja y hermosa en el primer movimiento, que entonces desconocimos su autor. Después he concluido que fue una cadenza alternativa del propio Beethoven. Además, en varios recitales para piano le escuchamos versiones extraordinarias de algunas sonatas de Beethoven. He de decirles que Gerardo, que así gustaba que le llamáramos sus amigos, es el mejor pianista que he escuchado.
Ustedes saben que la Tercera
Sinfonía de Beethoven, la Eroica, así nombrada por él mismo, es mi
pieza sinfónica favorita, y la considero la más
sublime creación artística de la humanidad. Dos Terceras han habido que me impresionaron en
Morelia, las dos en conciertos de la Orquesta Sinfónica de Michoacán de
concurso de directores para ocupar la plaza de titular de la misma; fueron los
maestros Eduardo Sánchez Zúber en 2004 y Miguel Salmon del Real en 2012. Ambos
ganaron la plaza.
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Luis Herrera de la Fuente (1916-2014) |
Mi relación más comprometida y cercana con la obra de Ludwig van Beethoven ha sido en Morelia en el año de 1993. Ese año presidí el V Festival Internacional de Música de Morelia y el director artístico fue el maestro Luis Herrera de la Fuente. Me propuso, y acepté con gusto, que hiciéramos un “festival Beethoven”, durante el cual se daría principalmente música de nuestro cumpleañero de hoy. Se ofrecieron conciertos sinfónicos, de cámara, de solistas y fue un éxito rotundo. Por supuesto, el presidente de un evento de esa categoría está sujeto a gran tensión emocional antes, durante y después de cada concierto, pero, modestia aparte, ese nuestro Quinto Festival es el más bello que se ha dado; lo fue por la música de Beethoven. Los tres sábados sinfónicos se dieron con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México dirigida por su titular entonces, el maestro Luis Herrera de la Fuente, y sus programas fueron con piezas sinfónicas de Beethoven. El programa del 19 de junio fue la Obertura Coriolano, el Triple Concierto y la Séptima Sinfonía.
El festival venía
dándose sin contratiempo alguno y nos llamó la atención que nuestro gerente
ejecutivo, un joven dinámico y talentoso, contratara por iniciativa propia un
camión con planta de energía de la Comisión Federal de Electricidad, que
instaló su cableado de manera tal que si fallaba “la luz” en el teatro, de
inmediato entraba la planta de emergencia. “¡Allá él!”, pensamos.
Abrió la velada y la
obertura resultó brillante y emotiva. Para el Triple Concierto, los
solistas fueron Mayumi Fujikawa con el violín, Richard Markson con el
violonchelo y Jorge Federico Osorio en el piano. Se inició sin contratiempo,
pero después de algunos compases, “se fue la luz” por completo y de inmediato
entró la planta “de emergencia”. La música no paró ni un segundo. Pero la
planta sólo daba para una media luz endeble y algo parpadeante. Ustedes deben
suponer que mi angustia era suprema e inconsolable, a pesar de la cual el
concierto prosiguió y la pieza terminó brillantemente; el aplauso se desbordó
inmenso y muy sentido.
- ¿Qué hacemos, maestro, si esto sigue así o se va la luz por completo?
- ¡Nada, Macías!, seguimos tocando y terminamos la función. No se apure.
Y así fue; la luz nunca
volvió a la normalidad, pero tampoco nos quedamos por completo a oscuras y la
velada terminó brillantemente con una muy lucida Séptima Sinfonía. Pero no dejé de apurarme.
El apagón duró muchas
horas e incluyó una región muy amplia del centro del país. Nunca se supo
el motivo, pero llegó a decirse de sabotaje. Tampoco nunca supimos que orilló a
nuestro gerente ejecutivo a prevenir el hecho. Ustedes deben entender que ese
concierto sea uno de mis referentes más significativos en mi relación con
Beethoven y su obra.
Aquí terminaba
esta entrada y con ello mis festejos entusiastas de escribano por los 250 años
del nacimiento de Ludwig van Beethoven. Pero resultó que por la tarde del 16 de
diciembre, a través de las redes sociales, vimos y escuchamos en la televisión
la grabación de un concierto que se hizo y fue grabado el 15 de noviembre en la
Staatsoper (esto es una sala de conciertos) de Berlín. Los artistas fueron la
Staatskepelle (esto es una orquesta sinfónica) de Berlín también, bajo la dirección de
Daniel Baremboin y el pianista András Schiff como solista. El programa, el soñado por mí; se diría que lo hicieron para mí: el
Concierto para piano y orquesta No. 4 y la Tercera Sinfonía, Eroica,
de Ludwig van Beethoven. Por razones de la pandemia por el CoVid-19 no hubo
público, pero el concierto se hizo con todo el protocolo como si lo hubiera. La
calidad técnica de la entrega, para el audio y el vídeo, es estupenda e
inmejorable. Y que decir de lo artístico; la calidad, de “todos”, fue excelsa e
insuperable; la soñada por mí toda la vida.
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Concierto en la Staatsoper de Berlín 15 de noviembre de 2020 |
Pasados algunos días….
Quiero compartir un detalle íntimo familiar. Al final de la Tercera Sinfonía, en la última y
sobrecogedora variación, el llanto de alegría nos invadió. Lloramos y ella
escribió después:
Al llanto
Las
lagrimas
nos
acompañan
en las penas
Mas
surgen refulgentes
en las alegrías
El
llanto va
con la tristeza
Mas
surge avasallante
en el gran júbilo
El
llanto es compañero
de mil angustias
Sin
embargo, el más hermoso
el inapreciable y gozoso
es aquel que surge
cuando
el sentimiento
inexpresable en palabras
nos corta el aliento
y
nos eleva
en una dicha:
¡Suprema,
sublime, inefable!
¡Bienaventurados
los que podemos llorar!
Amén
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