Este soberbio cartel del inolvidable monero Abel Quezada
no aplica solamente a la cosecha de mujeres, sino a muchos otros aspectos de la
vida. Uno de esos es el ejercicio físico y a éste se refiere la entrada
de hoy y a una de sus enfermizas consecuencias: la rabdomiolisis.
La rabdomiolisis es una enfermedad de los músculos estriados, es decir, los voluntarios, aquellos que se mueven por las órdenes conscientes que se originan en nuestro cerebro.
La totalidad de los músculos estriados integran el sistema del movimiento y la postura y cuando este sistema se enferma se afectan el movimiento y la postura. Su cuadro clínico no es muy complejo; consiste en debilidad, dolor y aumento o reducción del volumen muscular según la etapa de la enfermedad; puede haber calambres. Esto ocurre en los territorios afectados.
Hay muchas enfermedades de los músculos, pero la que nos
atañe ahora es la rabdomiolisis, que etimológicamente significa destrucción de los músculos estriados.
Es una enfermedad raras veces genética. Las más de las veces es adquirida y
aguda y tiene varias causas: aplastamientos musculares masivos en accidentes
automovilísticos o de trabajo, consumo de drogas (cocaína, anfetaminas,
heroína), algunos medicamentos como la estatinas, exposición a calor o frío
extremos, convulsiones prolongadas y ejercicio
muscular intenso y prolongado. Esto
último es, en la actualidad, la causa más frecuente y se considera una enfermedad de gimnasio, aunque no es
excepcional en maratonistas inexpertos al término de su competencia.
Lo que sucede en esta enfermedad es que en los músculos sometidos a un estrés excesivo por trabajo intenso y prolongado, se inflaman primero sus unidades celulares (miocitos), después se rompe su membrana y se liberan sustancias que son tóxicas fuera de los miocitos, mayormente la mioglobina, que es proteína esencial para la contracción muscular. Pasan a la sangre y finalmente llegan a los riñones para pasar a la orina y eliminarse. Pero son moléculas muy grandes que tienen dificultad para pasar el filtro del riñón, se atoran ahí y lo pueden tapar. No funciona el riñón, no hay orina, y si eso no se resuelve el paciente puede morir intoxicado por sus productos de desecho que no pueden ser eliminados.
A la izquierda, miocitos normales con sus bandas contráctiles transversales y sus núcleos periféricos sin inflamación (en negro). A la derecha, miocitos rotos con proliferación celular por inflamación y desorganización de sus vainas contráctiles transversales.
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Orina color castaño oscuro, característico en la rabdomiolisis |
Los síntomas cuando esto ocurre son debilidad y dolor en los músculos afectados, puede haber calambres, malestar general, dificultad para orinar y se puede llegar a la anuria (no hay orina); puede haber fiebre La orina es característicamente de color castaño oscuro, por la mioglobina. Si no se resuelve la anuria, se puede morir por una intoxicación total al no poderse desechar por la orina todas las toxinas producto del catabolismo normal.
Los análisis de laboratorio clínico, en orina (si la hay)
y en sangre, muestran la presencia de mioglobina y la presencia de enzimas
productos del catabolismo normal que, al no poderse excretar por la orina,
están elevadas en la sangre.
En realidad, no es difícil hacer el diagnóstico de rabdomiolisis, pero hay que conocerlo y pensar
en él para hacerlo. Hay muchos casos que se escapan del diagnóstico por fallas
en esto.
El tratamiento, en los casos benignos y diagnosticados
pronto, suele ser sencillo y exitoso. Consiste en hidratación forzada por vía oral
o intravenosa, con la idea de “limpiar el riñón”. En los casos graves, que
llegan a la anuria, suele requerirse hemodiálisis por varios días. Por fortuna,
estos son los menos.
Los músculos recuperan su anatomía normal y con ello también se recupera la fuerza, pero nunca en forma total; siempre queda algún residuo de atrofia y debilidad.
Cada vez hay más casos de rabdomiolisis porque ha cundido en estos tiempo y entre los jóvenes la cultura
del ejercicio en el gimnasio, que es magnífica, pero que se convierte en
peligrosa cuando no se toma con juicio y buena orientación. Existen también los
casos del gimnasio terapéutico para problemas emocionales, que
finalmente no los resuelve el ejercicio y si puede llevar a los ejercitantes a
la rabdomiolisis y en ocasiones a la muerte. Llamar la atención sobre
este problema creciente entre la juventud actual fue la motivación para esta entrega. Su razón de ser se justificaría con un solo un caso que evitara.
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He de
confesar que yo tuve rabdomiolisis rondando los ochenta años. En su génesis
hubo ejercicio programado excesivo en forma de caminata algo más rápida que
sólo contemplativa, seguida de ejercicio obligado por problemas varios que,
para resolverse, requirieron de caminar casi corriendo buenos ratos y subir y bajar las
infames escaleras en algunos puentes peatonales. Por la tarde-noche me sentí
muy mal en casa, malestar que se elevó al máximo cuando fui a orinar y lo hice
de color castaño oscuro. Me quise morir entonces, pero no lo conseguí. Me
hidraté rápido y bien, por vía oral y en casa, y aquí estoy, por ahora sano y
salvo. ¡Qué bien se siente uno sin rabdomiolisis!
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