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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 13 de febrero de 2023

POBRECITO DEL DIABLO, QUE LÁSTIMA LE TENGO...


“Pobrecito del diablo. Que lástima le tengo, porque no he oído jamás una palabra de compasión o de cariño para él...”

Jesús Pérez Gaona "Pito Pérez", en la inmortal novela costumbrista La vida inútil de Pito Pérez (1944) de José Rubén Romero.



En la fotografía, comparto asiento y filosofía con Pito Pérez y le acepto compartir la botella de vino que sostenemos en nuestras manos derechas (5 de marzo de 2020 en el balcón público que se abre al Jardín de las Rosas en Morelia).


El recuerdo de este evento y el hecho de que empezaba yo a leer el libro de Giovanni Papini que se llama El diablo, me llevaron a intentar esta entrada como un ensayo respetuoso acerca de un tema que no puede separarse de las religiones: Dios y el Diablo, que siempre van juntos y algunos neurocientíficos los encontramos asociados, para el bien, en el hipotálamo de cada uno de nosotros (ver la entrada del 5 de septiembre del 2022 de este blog).


Los conceptos de Dios y el Diablo datan del tiempo en que el homo sapiens-sapiens apareció en nuestro planeta Tierra (ciento ochenta mil años cuando más) con un lenguaje simbólico que multiplicó infinitamente sus capacidades cognitivas y creadoras de conceptos abstractos y de realidades evolutivas del pensamiento. Este muy complejo fenómeno cognitivo no se ha detenido y probablemente sea ahora más acelerado que nunca antes;  es responsable de los inmensos avances tecnológicos que a muchos nos cuesta trabajo entender aunque sea mínimamente y de las muy antiguas abstracciones cognitivas y duales de el Bien y el Mal, Dios y el Diablo, el Paraíso y el Infierno; sin el uno no existe el otro y sin el otro no existe el uno.

Estos conceptos, de dos cabezas cada uno, han sido traídos al conocimiento humano desde muy antiguo, seguramente desde el principio de la era del homo sapiens-sapiens en la Tierra. Se crearon con un lenguaje verbal simbólico, se conservaron y enriquecieron en la memoria inteligente de la especie, se transmitieron a través de miles de generaciones, variaron  con los siglos y en los diferentes grupos humanos que se fueron separando a través de los diferentes territorios ocupados y finalmente fueron escritos, lo que permitió conservar, sin cambio ya, ideas y conceptos generados antes; de la escritura hace apenas siete mil años. La escritura no limitó las aportaciones a los conceptos antiguos, pero entonces se escribieron y multiplicaron. A los que han escrito y discutido estos temas, se les llama teólogos y son incontables alrededor  del mundo y a través de los tiempos. Ahora mismo los hay escribiendo sobre estos temas, ministros de iglesias y laicos.

La historia es la misma desde el principio de los tiempos humanos y a través de todo el mundo: Antes que nada y que nadie y desde siempre, existe un Dios tutipotencial, todopoderoso, virtuoso e inmortal, creador de todo y todos en el Universo entero. Aunque con variantes, se ha descrito hermoso, de forma humana y carácter masculino; nunca se ha dicho cuándo, cómo y porqué nació, surgió o se formó. Se rodea de una inmensa corte de seres extraños, todos masculinos, que están a su servicio y que, como todo y todos, fueron creados por Él. En las religiones cristianas se llaman ángeles y arcángeles y algunos tienen  funciones  específicas. Él genera el Bien y el bienestar entre los hombres y la esperanza de acompañarlo en el Paraíso, que es el sitio que habita, cuando nos muramos.

Pero existe la contraparte, el Diablo, Satanás o Lucifer y un ejército también que lo acompaña. Es opuesto a Dios cuando originalmente era de su bando. Se rebeló y con sus seguidores libraron una colosal batalla contra el ejército del Señor y la perdieron. En la religión católica las huestes de Dios estuvieron comandadas por el arcángel Miguel. El castigo no fue la muerte, fue terminar en el Infierno, morada siempre en fuego por fuera y por dentro, eterna, donde se genera el Mal y a donde serán enviados, para siempre, los humanos que hayan preferido el Mal al Bien durante su vida; no morirán, arderán por siempre.

Este esquema teológico apareció por vez primera, al parecer, en las religiones teístas del Medio Oriente, en particular en el judaísmo y probablemente a raíz de la salida del pueblo de Israel de Egipto, huyendo de su cautiverio. Se continuó en las religiones surgidas de esa primigenia, las cristianas en todo el mundo y todas sus variantes. En el Corán, el libro sagrado del islamismo, de los musulmanes, escrito o dictado por Mahoma, están contemplados como verdades incontrovertibles los conceptos de El Bien y El Mal, Alá y el Diablo, el Paraíso y el lugar de sufrimiento eterno para los humanos que escogieron  el Mal. La viejas religiones de Persia y de la India también los contemplan y el confucianismo y el budismo en China, lo mismo. Desde luego las variantes son muchas, de distintas calidades y magnitudes, pero el concepto bipolar de fenómenos opuestos e intransigentes es constante; pero el más severo, el más horrorizante es el de la cristiandad católica. De las religiones americanas antes de la conquista europea, nada sé de estos temas.

Michelangelo Buonarroti
El juicio final (1536 - 1541),
en la Capilla Sixtina del Vaticano

Pero es el homo sapiens-sapiens el creador de estos conceptos intelectuales, duales y opuestos por naturaleza: Dios y el Diablo, el Bien y el Mal, el Cielo y el Infierno. Su evolución afortunada ha dotado al hombre de un sistema nervioso incomparable que ejerce una función cognitiva inigualable con sus enormes logros de conocimiento e inventiva materiales y espirituales, con sus gozos, sufrimientos y temores; de estos últimos, creo el más trascendente el de la muerte, que consiste en dejar de ser. Es insoportable y para evadirla, el homo sapiens-sapiens ha creado el concepto de la vida eterna, aunque sea en el Infierno y castigado eternamente por el Diablo por haber preferido el Mal. Lo contrario, una vida virtuosa apegada al Bien lo llevará al Paraíso, a la compañía eterna con Dios. En cualquiera de los dos casos, el hombre ha evitado la muerte. Así estamos.

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