Ludwig van Beethoven 1770 - 1827 |
La Novena Sinfonía de Beethoven es una obra programática cuyo ideal
coincide con los más elevados de la época romántica: la libertad, la igualdad y
la fraternidad, resumidos en la alegría del vivir entre los hombres. Beethoven
los gritó con su instrumentación hasta entonces desconocida y con el uso, por
vez primera en la historia de la sinfonía, de un gran coro mixto y un cuarteto
de voces solistas. Completó la orquesta con la voz humana, cuyas cualidades
dramáticas no pueden ser alcanzadas por instrumento alguno. Una vez más, como
en el Prometeo de su Sinfonía Eroica,
rompió todas las ataduras que lo ligaban a los convencionalismos formales y armónicos
de la música y nos regaló con el cuarto movimiento más romántico que de las
sinfonías se haya escrito.
Pero no son de menor
mérito los tres movimientos primeros. El Allegro
ma non troppo, un poco maestoso es una sonata colosal de claros tres temas
y un fenomenal desarrollo. Hay quienes piensan que es el más grande de los
trozos sinfónicos que se han escrito. El segundo, Molto vivace, es un Scherzo;
en realidad una amalgama de la forma sonata, la fuga y el scherzo. La sonata la maneja con mucha libertad, y en ella se
integra el manejo fugal de los temas. El tercer movimiento, Adagio molto e cantabile, es un
verdadero lied de dos temas, variados
cada uno en forma diferente. Es de gran intensidad emotiva, en parte por la
fina ornamentación de los temas, en que las maderas hacen eco y comentan los
motivos de las cuerdas.
El Final con coros es
una cantata con el texto de la Oda a la Alegría
de Friedrich Schiller, poema escrito cinco años antes de la Revolución Francesa. Es la
expresión alemana de ese sentimiento universal de hermandad en el dichoso
amanecer del romanticismo. Es también el corazón del final de la sinfonía,
alrededor del cual Beethoven tejió una verdadera fantasía de tiempos, armonías y formas, con fugas, variaciones, corales, recitativos e incluso
marchas militares. Es la afirmación sublime de su idealismo juvenil que
gritaba:
¡Os abrazo, millones de hombres!
¡Que el mundo entero se
nos una en ese abrazo!
Todo esto, porque el pasado viernes 30 de junio, en la Sala Tlaqná de la ciudad de Xalapa, se ofreció un programa con la Novena Sinfonía de Beethoven por la Orquesta Sinfónica de Xalapa aumentada con la Camerata de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana. Estuvo el coro de la misma universidad y los solistas cantantes Graciela Morales, soprano, Teresa Fuentes, mezzosoprano, Nahúm Sáenz Castillo, tenor, y Jafet Maldonado Vargas, bajo-barítono. La dirección estuvo a cargo del maestro Martin Lebel, que es el titular y que la dirigió de memoria, sin partitura a la vista.
Y no hay más que decir, porque sería quitarlo a la sinfonía. Sólo diré que resultó una buena velada, aunque siento que quedó a deber, por lo menos a mí.
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