Cuando Leonardo pintaba personajes ya muertos y de imagen desconocida, pasaba un buen tiempo, hasta de años, buscando modelos en las calles que pensaba él que representaban, más en lo anímico que en lo físico, a su personaje en capilla de ser pintado para la posteridad. Así fue con La Última Cena, pero siendo trece personajes, tardó años buscando y encontrando modelos.
Ahora bien, como médula o corazón de esta entrega, voy a transcribir unos párrafos de la novela o ensayo fantástico: Diálogos entre Leonardo y Steve Jobs: en algún lugar del Universo de Luigi Valdés. Steve Jobs fue un empresario, diseñador industrial, magnate empresarial, propietario de medios e inversor estadounidense, cofundador y presidente ejecutivo de Apple; murió en el 2011. Luigi Valdés los estima equivalentes intelectuales a través de los siglos y esta idea no es despreciable. Los párrafos que transcribo se refieren a una confesión que le hace Leonardo a Steve Jobs; parece ser cierta.
Dice Leonardo: "Te voy a platicar una historia acontecida cuando pintaba 'La Última Cena' para ilustrar mi teoría.
- Cuando decidí aceptar el reto de pintar el fresco de 'La Última Cena', le pedí a mis ayudantes que buscaran personas reales que me sirvieran como inspiración para cada uno de los personajes. Estos modelos humanos no sólo tenían que ser parecidos físicamente al apóstol, sino que deberían tener también algunos de sus rasgos emocionales. El primer personaje que pinté fue el de Cristo. Debíamos encontrar un rostro que mostrara una personalidad inocente, pacífica y al mismo tiempo bella; un rostro libre de cicatrices y de los rasgos duros que deja la intranquila vida del pecado. Unos ojos profundos, que reflejaran su pureza de espíritu. La búsqueda no fue sencilla. Antes bien, duró meses, y después de desechar decenas de aspirantes seleccioné a un joven de 19 años como modelo. Lo tuve sentado frente a mí por un espacio de seis meses, mirándolo a los ojos, analizando su rostro y sus facciones, hasta finalizar al personaje central de la obra.
"El mismo procedimiento lo llevé a cabo durante seis largos años, hasta que pinté once apóstoles. El último personaje fue Judas Iscariote, el apóstol que traicionó y entregó a Jesús por 30 monedas. Es el mismo hombre que aparece en el cuarto lugar, comenzando por la izquierda, de pelo y barba negros. La selección de este último modelo, tampoco fue tarea fácil. Estábamos buscando a un hombre con expresión dura y fría; con un rostro deformado por sentimientos negativos como la avaricia, la decepción, la envidia, la hipocresía, la traición y el delito. Una persona que, con nada más mirarla me diera la sensación de que sin la menor duda traicionaría a su mejor amigo. Otra vez decenas de aspirantes fueron rechazados, hasta que alguien me informó que en un calabozo de Roma, sentenciado a muerte, se encontraba un individuo con las características que buscábamos".
"Viajé a Roma para verlo con mis propios ojos. Pedí ver al condenado a la luz del sol y encontré a un hombre vacío. Sin vida. Un hombre cuyo cabello largo y maltratado tapaba parcialmente una cara en la que podían verse dos ojos llenos de rencor y furia. Sus rasgos faciales pintaban frustración y engaño. Un hombre que serviría a la perfección para modelar lo peor de un ser humano".
"Pidiendo algunos favores personales, logré llevármelo encadenado a Milán para usarlo como modelo del último personaje. Durante varios meses lo senté frente a mí en silencio, mirándolo a los ojos, tratando de descifrar su maldad y desdicha para poderlas plasmar en el fresco".
"Cuando finalicé con él, le pedí a los guardias que se lo llevaran de vuelta a Roma. Apenas se puso de pié me preguntó:
- Maestro, ¿acaso no me reconoces?
La pregunta me tomó por sorpresa y volví a mirarlo a los ojos. Después de unos instantes le aseguré:
- Nunca te había visto hasta que te saqué de ese calabozo en Roma.
Para mi desconcierto, ese prisionero se hincó, unió sus manos en señal de plegaria, levantó sus ojos al cielo y murmuró entre sollozos:
- ¡Oh Dios! ¡Tan bajo he caído que ni el mismo maestro me reconoce!
Entonces buscó mis ojos con los suyos y exclamó:
- ¡Mírame de nuevo! ... ¡Yo soy aquel joven que hace siete años elegiste para representar a Jesús!"
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