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Belleza vegetal escondida en el rincón de una rampa de acceso a la Sala Tlaqná la noche del pasado viernes. |
La noche del pasado viernes 6 de octubre regresamos a la hermosa Sala Tlaqná, de la Universidad Veracruzana en Xalapa, para estar presentes en el concierto de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX), que bajo la dirección de su titular, el maestro Martin Lebel, cerró su programa de esa noche con la Sinfonía No. 1 de Gustav Mahler (1860 - 1911). Fue tan grande la emoción que se generó en mi alma al terminar la obra, que decidí, para hoy, decir sólo de ella y para ello consultar a mi alma.
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Gustav Mahler (1892) |
La Sinfonía No. 1 es pieza de la juventud de su autor, tan austriaco como alemán además de judío, que siempre se sintió considerado extranjero en cualquier lugar del mundo. La obra tuvo una prolongada gestación. Empezó a trabajar en ella en 1884, cuando tenía 24 años y ya era un connotado director de orquesta y de ópera; se terminó por completo, en la versión que se escucha ahora en todas las salas de música del mundo, en 1903, pero hay una última versión de estreno para Nueva York en 1909, dirigida por el compositor. Fueron diez versiones de estreno. La obra del primer estreno era un Poema sinfónico en cinco movimientos y llevaba el título de "Titán". Tal título no lo volvió a usar el propio Mahler y yo creo que no debe aparecer en las programaciones actuales, pero no me hacen caso.
La Sinfonía No. 1 de Gustav Mahler la escuché por vez primera en los años cincuenta del siglo pasado; es decir, hace más de sesenta años. Después la he escuchado en vivo varias veces, no sé cuantas, pero no llegan a seis; no recuerdo alguna en especial, pero siempre he salido emocionado, porque la Sinfonía No. 1 de Mahler es una gran pieza escrita para nuestra generación, generación que todavía creía, y cree, en los héroes de la paz, no de la guerra.
La Sinfonía No. 1 de Mahler es una pieza larga, de casi una hora de duración; es luminosa, es una obra heroica, dedicada especialmente a los que todavía creemos en la humanidad global y sabemos que ella, incluidos nosotros, es buena, es heroica, ama la paz y no sabe odiar. Es luminosa y festiva, en ningún momento es triste y nos obliga a gritar de gusto y amor. Es la última sinfonía romántica que se compuso; las otras nueve de él son otra cosa y nadie más ha sabido recoger ese sentimiento heroico. Tengo mucho más en mi alma todavía, pero no sé como decirlo. Si va saliendo en el futuro, se los iré diciendo.
Pero lo puedo hacer del otro elemento que hace tres días se conjugó para generarme ese torbellino de emociones: la interpretación y ejecución de la Sinfonía No. 1 de Mahler por la Orquesta Sinfónica de Xalapa dirigida por el maestro Martin Lebel en la Sala Tlaqná, para unos mil auditores. Porque estos tres elementos se conjugaron para entregarnos una pieza de arte inimaginada que queda en lo más alto de mis experiencias estéticas, que son muchas, de verdad. Martin Lebel, sabio, dirigiendo de memoria y con pasión evidente a más de cien ejecutantes, maestros todos ellos de su actividad profesional, pero maestros motivados a lo máximo por los esfuerzos evidentes pero invisibles de Gustav Mahler, Martin Lebel y el alma abierta y dispuesta a la gloria de los presentes esa noche en la sala de conciertos.
La gloria se dio y nos dejó marcados. Gracias.
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