Una ocasión compartíamos entremeses y copas de vino con un connotado académico científico, quien en un momento dado dijo, refiriéndose al fútbol: “no me puede gustar un deporte que se juega con los pies”. Varios hubimos que no compartimos tal opinión, a lo que terminó contestando: “escucho sus argumentos pero no me convencen”. Se cambió el tema de la conversación y la tertulia siguió por buen camino.
Esa opinión primera me ha traído a la cabeza que aceptarla sería como afirmar que “el ajedrez se juega con las manos”, pues en última instancia, con una de ellas movemos las piezas de manera tal que se termina dando jaque mate o ahogando al rey contrario para empatar la partida, resultados finales que tienen su equivalente en el balompié.
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Mapa estratégico de la batalla de Waterloo, 1815 |
Desde ese entonces, los ejércitos acudieron a un remedio para no aniquilarse por completo: el combate individual. En vez de sembrar el campo de batalla con miles de cadáveres, elegían representantes para disputar en un torneo. En todos los casos había un objetivo, una estrategia y una ejecución. Los participantes se atenían a estos apartados, para los cuales se preparaban antes de ejecutarlos. Si bien la acción final era física y destructiva, la planeación y estrategia eran pensadas y analizadas antes de ponerlas en acción. Estas podían cambiarse según la respuesta de la tribu, pueblo contrario o representante, para lo que había que improvisar o utilizar estrategias alternativas ya pensadas. Las guerras y combates masivos, individuales o simbólicos, se hacían y se hacen con el cerebro y no con las fuerzas físicas humanas o de las armas modernas; estas últimas son los efectores finales. El balompié se juega con el cerebro; los pies y demás partes corporales en uso son los efectores finales.
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Alineación estratégica inicial para un partido de fútbol |
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Colocación estratégica inicial en una partida de ajedrez |
Si
recordamos el esquema que en dos entradas previas he mostrado de la
organización funcional del sistema nervioso, que es circular y continua, la
única aferencia que el ajedrecista usa para razones de su juego es la visual.
El futbolista necesita la visual, auditiva, táctil, propioceptiva y de
orientación espacial. El proceso que el cerebro utiliza para convertir estas
imágenes en significativas y útiles para el propósito del juego para el individuo,
consume recursos y energía por muchas veces más en el futbolista que en
el ajedrecista. Esto se hace en diferentes regiones de la corteza cerebral.
Ahora bien, el proceso para convertir esas aferencias en programas,
verdaderamente cibernéticos, la cognición misma, es muy complejo en los dos casos, pero muchísimo
más, probablemente cientos de veces más, en los futbolistas calificados que en
los ajedrecistas de buen nivel; y la verdad es que no sabemos bien cómo se
hacen. Pero lo que es absolutamente incomparable es la pequeñez de la eferencia
motora para mover un alfil o una torre que ataquen al rey contrario, con la
complejidad y magnitud de la de un centro delantero que intenta un gol desde
fuera del área en medio de coequiperos que le estorban y adversarios que lo
amenazan. El resultado será el mismo, la falla o el acierto, el triunfo o la
derrota, o el empate, en su caso.
Finalmente, ambos deportes se hacen con el sistema nervioso como una totalidad: el sistema nervioso central que incluye el cerebro, el cerebelo, el tronco encefálico y la médula espinal; el sistema nervioso periférico con los nervios craneanos y los espinales y también se hacen presentes algunos sistemas autónomos como el vegetativo y el neuroendócrino; pero la cantidad de recursos de estos sistemas que utiliza un jugador de fútbol es mucho mayor a la que requiere el de ajedrez, siendo bien jugados los dos.
Se me ocurre una pregunta final: ¿Quién lo haría mejor: un ajedrecista calificado jugando fútbol o un futbolista de primera división jugando ajedrez?
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Campo híbrido para jugar Futjedrez en 2021 |
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