Hay en la ciudad de Viena un monumento a Beethoven verdaderamente bello, no sólo por su diseño y adecuación al entorno urbano, sino por su concepción ideológica. En lo alto está Beethoven adulto, sentado, pensante y sereno, en una actitud que me recuerda a Dante. En una de las cabeceras de la base está Prometeo encadenado, aquel espíritu renovador liberado por Beethoven; en la otra hay una alegoría, en forma de mujer, del triunfo y la alegría; en los lados están las estatuas en bronce de nueve niños traviesos, féminas y varones, que representan los hijos dilectos de Beethoven, sus nueve sinfonías. Los nueve niños tienen la misma edad, dos a tres años.
Beethoven alguna vez escribió: "El poder es la moralidad del
hombre infatigable, y también es la mía". El poder fue la ética de
Beethoven. El poder fue la moralidad de su perspectiva sinfónica, poder que
extendió los límites de la sinfonía hasta liberarla de las humanas imposiciones
y darle una dimensión titánica.
Los grandes hombres se expresan a través de grandes obras. Tales son sus nueve sinfonías. Escucharlas y penetrar en ellas es más iluminador que leer biografías o ensayos. Así me ha ocurrido. Por ello, mi homenaje de hoy en su cumpleaños es publicar mis sentimientos y convicciones hacia ese personaje, que he desarrollado al escuchar muchas veces cada una. Pero hay una especial, la Tercera, la Heroica, que considero la más sublime creación artística de la humanidad. A ella me refiero. ¡Vale!
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Beethoven en 1804, año en que terminó la Tercera Sinfonía |
“Corría el año de 1802 en Viena. Beethoven era un joven adulto, solicitado pianista y reconocido compositor de música "clásica". Había estrenado ya sus dos primeros conciertos de piano, compuesto sus dos primeras sinfonías, algunas de sus famosas sonatas para piano y piezas importantes de música de cámara. Por entonces se iniciaba su sordera y le confesó a su viejo maestro Wenzel Krumholz: "No estoy satisfecho con mis obras compuestas hasta la fecha. Desde hoy pienso seguir un camino nuevo". Ese camino fue la música romántica, y lo abrió con su Tercera Sinfonía.
La música es una
forma especial del pensamiento, más allá de la filosofía. Como tal, no se da
aislada, sino como parte de los fenómenos sociales del momento. Ese camino
nuevo sólo lo pudo abrir un hombre nuevo, imbuido del espíritu liberal que la
Revolución Francesa había desencadenado y que los soldados de Napoleón se
encargaron de difundir en ese microcosmos de la Europa revuelta de principios
del siglo XIX, y de ahí, a casi todo el mundo.
El Beethoven que
terminó con la servidumbre de los artistas, rompió también con los viejos
moldes de la música "clásica", ya colmados por Haydn, Mozart y él mismo. El hombre se sacudía de la
prepotencia y la música lo seguía en su camino libertario. Como un Prometeo
encadenado, tímido se presenta el tema del cuarto movimiento de la Tercera Sinfonía. Es el motivo de
la libertad, que el genio de Beethoven va descubriendo en cada variación, hasta
hacerlo aparecer altivo, fuerte y hermoso en la sexta de ellas. Después,
Prometeo-Beethoven rompe las últimas cadenas de la antigüedad y se abre al
inmenso mundo de la música "romántica". No había forma musical de las
conocidas hasta entonces que pudiera contener tanta emoción por el hombre nuevo y Beethoven inventa una Fantasía en
la que, como un derroche de fuegos de artificio, aparece por todos lados, con
colores y tiempos diferentes, el tema libertario, que se niega a dejarnos en
una coda prolongada y jubilosa.
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Portada original de la Tercera Sinfonía titulada Napoleón. Título después borroneado |
El primer tema
del primer movimiento es el de Bonaparte, un verdadero "motivo
conductor" que dirigirá toda la obra. Pero si se escucha bien, parece ser
una variación más del de Prometeo en el cuarto movimiento. ¡Qué tema tan bello,
festivo y sencillo! El segundo, más extenso, de más armonía que melodía, es un
motivo de amor por el mundo entero. Pero si los temas se han criticado por
algunas limitaciones, los desarrollos (que por vez primera en la historia de la
música son dos para un movimiento sonata), son de los mayores logros de la música
sinfónica de todos los tiempos, cuya sola existencia hubiera bastado para hacer
de Beethoven el creador de la música nueva.
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Portada definitiva de la Tercera Sinfonía |
El segundo movimiento es una Marcia funebre, que lamenta la muerte de los héroes, pero no sufre por ellos, pues los héroes verdaderos no sufren en su caída. Nunca se tocó para Napoleón, pero si para Beethoven, a quien el pueblo lloroso de Viena acompañó en su funeral en morado intenso, al ritmo muy lento de esta marcha en do menor.
El tercer
movimiento es el Scherzo, el
primero de aquellos grandes movimientos que Beethoven regaló al mundo antes que
ningún otro músico, en los que la comedia y la tragedia se encuentran tan espontáneamente
combinadas. La comedia es el tutti de
las partes primera y tercera. La tragedia está en el trío, con su coro de tres
cornos, que por primera vez en la historia de la sinfonía, se usaron.
En 1820, en la
pequeña taberna Zur Rose, mientras degustaban un tierno vino blanco de
Heiligenstadt, el poeta Christoff Kuffner le preguntó al ya sordo Beethoven cuál
de sus ocho sinfonías era la predilecta (aun no escribía la novena). Sin duda y
con énfasis contestó: "la Heroica".
Aún hoy, después de la Novena, muchos
habemos que mantenemos a la Tercera
como nuestra favorita, favorita universal e intemporal.”
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Beethoven niño |
Ludwig van Beethoven es el espíritu más lúcido que la humanidad ha engendrado. Nació el 16 de diciembre de 1770 y ahora cumple doscientos cincuenta años. No ha muerto; vive entre nosotros penetrando las almas sensibles dispuestas a compartir el poder de su moralidad.
* * *
- Maestro Beethoven, hace algunos meses no quiso usted compartir una copa de vino tinto que le ofrecí. Ahora, en su cumpleaños, no se me escapa. Es el mismo que le ofrecí entonces, un tinto de La Mancha, de uva Tempranillo; tiene madera y es del que tomaba El Quijote. ¡Salud!!!
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