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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 16 de noviembre de 2020

CUANDO EL PUEBLO CANTA ÓPERA

El balcón de Julieta en Verona

El verano de 1979 nos tomó a la familia en el norte de Italia y pasamos a Verona, la ciudad medieval  inmortalizada por Shakespeare y donde ciertamente flotan en el ambiente de plazas y calles, los espíritus de Julieta y Romeo. Para los amantes de la ópera, la ciudad es famosa por su temporada de verano, que se da en el escenario más grande del mundo: la Arena de Verona, con casi dos mil años de historia.

La tarde que llegamos ponían Mefistófeles, de Arrigo Boito, y conseguimos boletos caros, de los destinados a los turistas, en la arena propiamente dicha. En el estío es grande el peregrinaje cultural a esa ciudad y se cruza uno con melómanos de todo el mundo, principalmente alemanes. El pueblo italiano llena la gradería y son por lo menos diez mil. Cuando se apagan las luces para dar principio a la función, encienden sus velas para seguir la partitura, brindando un espectáculo de recogimiento de la mayor emoción.

La arena de Verona

Así se dio aquella noche, y comenzó el Prólogo de Mefistófeles, ese pequeño oratorio en el cual el misticismo de la música se opone al realismo de las palabras, pues mientras las falanges celestiales glorifican a Dios en unos coros asaz de sublimes y grandes, Mefistófeles lo reta a una apuesta por el alma de Fausto.

Al término nos levantamos para un intermedio que supusimos breve Pero pasaban los minutos, la función no se reanudaba y se notaba inquietud en el escenario, que es abierto. La gente de la ópera iba y venía e incluso policías. Después de un tiempo se anunció por los altoparlantes que había estallado una huelga entre los comparsas, y que no se sabía si la función seguiría adelante.

Ópera en la arena de Verona

El pueblo italiano manifestó su descontento con todo el ruido que saben hacer y nos congratulamos de no conocer bien el idioma, pues las expresiones eran altisonantes. La huelga continuaba y el pueblo calló, pero sólo para cambiar su expresión. Sintiendo lastimado el arte que más aman, protestaron con el arte. Volvieron a encender sus velas, y por el lado izquierdo principiaron a cantar el Va, pensiero..., ese hermoso coro de nostalgia de la ópera Nabucco de Verdi, que los patriotas italianos habían usado como himno cuando luchaban contra la ocupación austriaca y por la unificación de su país. Y el canto se extendió a toda la galería, llenando la gran arena con la música de Verdi, que siempre han entonado cuando se trata de defender sus valores nacionales. Coro tal nunca  habíamos oído y nunca más escucharemos. Nuestras gargantas se cerraron y los ojos se rasaron de lágrimas, mientras desde todos los rincones la música nos inflamaba con un fervor de justicia y eternidad.

 Ya no queríamos que hubiera ópera. Pero el pueblo triunfó y con una hora de retraso se reanudó la representación. La música es hermosa y el argumento trascendente. La puesta en escena fue magnífica. Pero no recuerdo casi nada de ella. La gran manifestación de belleza, patriotismo y libertad la había dado el pueblo italiano, mientras cantaba...


Oh mia patria sì bella e perduta!

Oh membranza sì cara e fatal!


                                                                   ¡Oh, mi patria, tan bella... y perdida!                                                                    ¡Oh, recuerdo querido y fatal!                                                               





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