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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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jueves, 7 de enero de 2021

INTERMEZZO 8. REFLEXIONES OBLIGADAS POR EL CoViD-19 (2)

 UN AÑO DE VIVIR CON EL CoViD-19 ENCIMA                                                                                      

2 y 3 de enero de 2021

Hace un año, días más días menos en enero del 2020, nos enteramos de una epidemia que azotaba a una provincia de China; era una gripe o catarro grave que mataba más de lo esperado para esas enfermedades, particularmente a los viejos. Aunque nosotros entramos fácilmente en la última categoría, la enfermedad estaba muy lejos y habíamos soportado muchas gripas, catarros e influenzas en nuestro país y en todos nuestros años. Seguimos viviendo como siempre: trabajando con gusto y solvencia, haciendo vida familiar más o menos intensa y con mucho gusto, aunque sólo somos dos: marido y mujer. Nuestra vida social era más escasa que rica, pero seguía el mismo ritmo de varios años ya. Comíamos bien, pocas veces fuera de casa, nos divertíamos con los deportes en la televisión y eventos culturales musicales, en vivo o también en la pantalla chica.

Para febrero, la epidemia se había extendido y le pegaba fuerte al norte de Italia. “La culpa la tienen los chinos que vienen a Italia o los italianos que regresan de China. ¿A qué tenían que ir tan lejos?”. Pero en América seguíamos tranquilos: “Acá no llegará”. Para marzo había llegado traída por unos mexicanos que regresaron de Italia. “¿A qué tenían que ir allá? Nada más paseando”, y la ONU había declarado que CoViD-19 era una pandemia con toda la barba, que nos pegó, a México y a los Estados Unidos en forma brutal. Esos dos países y Brasil tienen el mayor número de muertos en el mundo y no parece haber quien pueda competirnos, a pesar de las segundas olas europeas tan serias. Los chinos parece ser que ya controlaron la enfermedad y la ciudad de Wuhan, donde surgió la enfermedad luce sana, hermosa, optimista y orgullosa.

Ciudad de Wuhan, China

El 15 de marzo, las cifras de contagios, enfermedad y muertes por CoVid-19 en Morelia se volvieron alarmantes, con alta ocupación hospitalaria y saturación de los servicios de terapia intensiva para los enfermos graves con insuficiencia respiratoria, tanto en los hospitales públicos como los privados. Personas sabias y bondadosas nos aconsejaron el confinamiento riguroso en casa, autovigilancia permanente en el hogar, incluyendo saturación de oxígeno en sangre, y que yo me olvidara, por el momento, de mi actividad como médico, dado que mi consultorio está en un hospital CoViD. La consigna para aceptar esta propuesta fue: “Es mejor estar confinado que finado”. El 20 de marzo entramos a casa y desde entonces no hemos bajado la guardia ni a la ciudad.

Con anteojos, cubrebocas y máscara en ocasiones, salgo diariamente a caminar para mantenerme en forma física y lo he logrado. Pocas veces a la semana salgo en coche para compras necesarias de alimento (nuestro y de nuestras perras) e higiene. La asistencia de trabajo doméstico se ha reducido al mínimo indispensable y no aceptamos visitas. Algunas compras se hacen por teléfono o internet y nos son entregadas en casa.

Hace unos días tomamos conciencia que, desde el día de inicio de nuestro confinamiento, hemos visto llegar la Primavera el 21 de marzo, el Verano el 21 de junio (mi cumpleaños), el Otoño el 23 de septiembre (el cumpleaños de mi esposa) y el Invierno el 21 de diciembre, las cuatro en el 2020. ¿Cuántas nuevas estaciones veremos llegar aquí trepados? No lo sabemos, pero si lo hemos hecho con cuatro, no vamos a rajarnos cuando, necesariamente, ya nos falta menos que al principio para ganarle a la pandemia; porque le queremos ganar, de eso no nos cabe duda.

Pero todas estas son consideraciones iniciales para llegar a las que creo más importantes: ¿Qué ha pasado con nuestras relaciones de pareja?

Se sabe que estas cambian con los años de matrimonio y muchas veces los cambios son de deterioro; nosotros vamos en más de cincuenta años juntos.

Las relaciones matrimoniales se deterioran con el estrés y la verdad es que un confinamiento tan prolongado como este que vivimos ahora es un estrés muy severo.

Las relaciones matrimoniales se deterioran por la cercanía física prolongada y continua sin tiempos y espacios para la actividad personal. Esto no es una condición obligada en nuestro caso, pues la casa es grande y ofrece la posibilidad de disponer de espacios separados cuando así se desee o convenga.

Pues bien, ¿qué ha sucedido en nuestro caso? Yo creo que estas relaciones de pareja son mejores ahora que antes del encierro por el CoVid-19.

Estamos más tiempos juntos y creo que hablamos más que antes y me parece claro que hemos procurado, aunque sin acuerdo previo, bajar cualquier tono agresivo de la conversación y tratar los temas que sean, desde domésticos hasta filosóficos, con serenidad y en tono menor. En ocasiones nos preguntamos ¿qué día de la semana es? No habiendo referentes externos, cualquier día parece sábado o domingo y con frecuencia surge la pregunta: ¿Qué día es hoy? La respuesta suele ser jocosa y motivo de disertación.

Pero así como esa pregunta, surgen muchos temas, de todos los niveles y variedades, que son platicados, que no discutidos con serenidad y buen juicio. Hemos tenido noticias alarmantes de la familia y las hemos manejado, entre nosotros dos, igual. Tomamos clases de filosofía en línea y yo doy clases y conferencias a través de la Internet.

Hemos retomado actividades que enriquecen nuestra vida espiritual y nos hacen hasta festejar el confinamiento: escuchar música clásica en forma sistemática y ordenada, por ciclos de compositores, lo que mucho enriquece nuestros espíritus, nuestra mente o nuestra cultura, como le quieran llamar, y que nos hace mejores.

Hay actividad física (ejercicio) también programada, en pareja y en forma individual, que nos mantiene “super”. No se piense que es agotadora; es más leve que fuerte y nos tiene bien.

La lectura en voz alta la cultivamos de recién casados; después de cincuenta años la hemos retomado también. Por supuesto que hemos leído bueno, regular, malo y peor, pero siempre es mejor leer que no leer; es enriquecedor.

Jugamos memoria, dominó y ajedrez y así hemos llevado bien casi trescientos días de confinamiento, al que no pensamos renunciar hasta que, en nuestro criterio, pueda ondearse la bandera blanca con el CoVid-19. Hay que recordar:

“Es mejor estar confinado que finado”

Atención: También estamos al tanto y seguimos las mejores ligas deportivas en el mundo: fútbol, béisbol, americano y básquetbol. Odiamos y quisiéramos desaparecer el boxeo y las luchas, todos y todas: mexicana, gringa, de hombres y de mujeres. Ya lo conseguiremos. Abur…



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