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Soy Rogelio Macías-Sánchez, de tantos años ya, que se me permite no decir cuántos. Soy mexicano y vivo en México país, médico cirujano de profesión, neurocirujano y neurólogo de especialidad. Ahora y por edad, soy neurólogo y neurocirujano en retiro. Soy maestro de mi especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y un entusiasta de la difusión de la ciencia a la comunidad. Pero eso no es toda mi vida. Soy un amante fervoroso de la música clásica, actividad que fomento desde mi infancia. La vivo intensamente y procuro compartirla. Soy diletante en vivo y mucho disfruto, de la música grabada, mejor cuando es en compañía de almas gemelas para esto. Finalmente, amo la vida y la disfruto. Parte de ello es comer bien y beber mejor, es decir, moderado pero excelente. De aquí mi afición a los vinos y las cavas. Los conozco, los disfruto y me entusiasma compartir lo que conozco y lo que me gusta. Esta página pretende abrir una comunicación sobre los vinos, la música clásica y la neurología para profanos. Si es socorrida, el mérito será de ustedes. Diciembre de 2022

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lunes, 4 de agosto de 2025

¡QUÉ MALA IDEA!...



















 Francisco de Goya y Lucientes                                            (1746 - 1828)

"Saturno devorando a su hijo"



Museo Del Prado.

Madrid, España.




La pintura que arriba aparece, por espantosa que sea, que lo es mucho, es una pieza cumbre consagrada del arte pictórico universal de todos los tiempos.

Mi esposa y yo estuvimos ante ella hace cuarenta o cincuenta años, durante una estancia breve en Madrid, de paso a otras ciudades europeas a donde asistiríamos a congresos de nuestras especialidades médicas. 

Recorriendo el museo nos detuvimos ante esta impresionantísima pieza de Don Franciso de Goya. Estábamos frente a ella y se acercan a verla una mujer joven llevando de la mano a su hijita de cinco o seis años de edad. La niña pregunta:

-¿Quién es ése?

-¡Saturno, que se come a sus hijos!, responde la madre.

-¡Qué mala idea!, replica la niña con claro timbre madrileño y siguen adelante en la visita al museo.

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Desde entonces, esa frase de la niña se ha quedado en la familia, particularmente entre mi esposa y yo, cuando algo nos parece "una mala idea". Y la decimos en tono madrileño: ¡Qué mala idea!



















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