| Gustav y Alma Mahler |
Pocas veces la historia ha colocado a un artista, sensible y visionario, en una encrucijada cultural y filosófica que sea de los pocos en comprender y en una encrucijada personal que sea el único capaz de comprender.
Esto puede resultar en una gran obra que hable con elocuencia de su época a las generaciones futuras. La época fue el final de la primera década del siglo XX; el artista, Gustav Mahler; la crisis personal, el rompimiento sentimental con su esposa; y la obra, su Novena Sinfonía, que es un desconsolado adiós a los valores del siglo XIX y a un mundo de inocencia y, simultáneamente, una visión de un futuro demasiado terrible y demasiado maravilloso para imaginarlo en 1910.
La Novena Sinfonía de Mahler es desesperadamente abstracta y es una obra de despedida. Es el tristísimo adiós de Mahler a su vida con su esposa Alma, con la que había sostenido una relación tormentosa pero por la cual había renovado la ternura en la medida en que llegó a depender de ella más y más cada vez; pero entonces conoció su infidelidad. Es un adiós al romanticismo que ya había rebasado su punto de maduración cuando el siglo XIX cedió el paso al XX. Es un adiós a la tradición sinfónica clásica después de que Mahler había llevado hasta sus límites emocionales la forma que Haydn había hecho viable.
A los pocos años, la Primera Guerra Mundial habría de dar una expresión horriblemente real a las tensiones que Mahler había comprendido ya. La guerra cerró para siempre la época a la que Mahler ya le había dicho adiós. La manifestación musical fue la desaparición de la tonalidad, ese sistema lógico de resolución de la disonancia que había gobernado a la música durante trescientos años. La Novena de Mahler lleva la tonalidad a límites extremos ya que crea tensiones casi insoportables, pero finalmente, y de acuerdo con la naturaleza fundamental del sistema tonal, es el adiós de un artista enfermo de cuerpo y alma a una era moribunda.
También con esta sinfonía se dice adiós al gigantismo orquestal, que también culminó con Mahler. La sección completa de cuerdas, cuatro flautas y un flautín, tres oboes y un corno inglés, cinco clarinetes, tres fagotes y un contrafagot, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones y la tuba, dos arpas y una parafernalia de percusiones que incluye timbales, tambores, platillos, triángulo, tam-tam, gong, campanas y un glockenspiel. Para un mago de la orquestación.
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A escuchar esta sinfonía estuvimos el pasado viernes 21 de noviembre en la Sala Tlaqná, en el campus de la Universidad Veracruzana en la ciudad de Xalapa, con la Orquesta Sinfónica de Xalapa dirigida por su titular, el maestro francés Martin Lebel, admirado y favorito director, por lo menos de mi esposa y mío.
Estupenda la versión que nos ofrecieron; la segunda mitad del cuarto movimiento, de dulce tristeza y resignación jamás recogida en música en forma tan intensa, me será inolvidable; hubimos quienes lloramos.
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